Page 109 - Querido cerebro, ¿qué coño quieres de mí?
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Para trabajar esto con Diana, le enseñaríamos a reconocer y
permitirse sentir sus sensaciones de tristeza, le enseñaríamos a
aceptarla, a expresarla y a indagar en las posibles necesidades que
hayan despertado esa tristeza. Si fuera preciso, se valoraría la
posibilidad de cubrirlas por ella misma o buscando apoyos saludables.
Inactividad
No tienes la culpa de estar triste, pero si está en tu mano
hacer algo para dejar de estarlo y no lo haces, seguirás
estando triste.
La tristeza paraliza, y si se sale con la suya, consigue que no hagamos
nada. Cuando no la gestionamos bien en ocasiones se queda con
nosotros el tiempo suficiente como para absorbernos la voluntad y hasta
las ganas de vivir. Al estar poseídos por la tristeza es prácticamente
imposible que nos apetezca hacer algo que nos pueda animar, lo cual a
su vez mantiene la tristeza y hace que todavía se fusione más con
nosotros. Hacer cualquier cosa en casa, salir con amigos, conseguir
algún pequeño reto, etc., son cosas que nos suelen hacer sentir placer
—por mínimo que sea— y negarnos a todas ellas nos quita cualquier
posibilidad de sentirlo.
La tristeza mal gestionada es como un agujero negro que lo absorbe
todo a nuestro alrededor y nos hace ver el mundo de color gris
alejándonos de lo que nos podría volver a hacer sentir alegría —como
los dementores de Harry Potter, que son criaturas que se alimentan de la
felicidad y los recuerdos bonitos de otros seres—. Podemos llegar a