Page 118 - Querido cerebro, ¿qué coño quieres de mí?
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¿Tú sabes lo que quieres en la vida? Vaya preguntita, ¿no? Creo que
               es más común estar perdidos que saber qué queremos. ¿Y por qué nos

               pasa esto? Pues porque nos pasamos la vida mirando hacia fuera y no

               nos  hacemos  ni  caso.  ¿Sabes  cuál  es  la  mejor  manera  de  saber  qué
               queremos?  Haciendo  eso  que  a  la  mayoría  de  nosotros  no  nos  han

               enseñado a hacer: escuchar nuestras emociones. Decir que no sabemos

               qué  queremos  es  como  decir  que  no  le  estamos  haciendo  ni  caso  a

               nuestras emociones. Pero que nadie se sienta mal leyendo esto, que si
               no venimos enseñados de casa como le pasa a Ruth, nadie nos enseña

               a  gestionar  nuestras  emociones  y  no  es  nuestra  culpa.  No  es  nuestra

               culpa, pero ya tenemos una edad para cambiarlo.





                      * Tienes una notificación de tus emociones *
                      (Silenciar un año).





                  Es supercomún estar triste, ponerse una careta y actuar como si no

               pasara nada o estar enfadado y aguantar mil mierdas sin hacer nada al

               respecto. ¡Basta! Tu cerebro necesita que te hagas caso de una vez.

                  ¿Te  acuerdas  de  que  en  el  primer  capítulo  explicaba  las  emociones
               básicas: alegría, tristeza, miedo, asco, enfado y sorpresa? Pues ahí te

               cuento  brevemente  que  cada  una  de  ellas  sirve  para  mandarnos  un

               mensaje.  Es  la  forma  que  tiene  nuestro  cerebro  para  decirnos,  por
               ejemplo, que algo es tóxico —asco—, que hay que huir —miedo— o que

               se han sobrepasado nuestros límites —enfado—.

                  Son  tan  importantes  nuestras  emociones  que  cuando  se  activan  las
               difíciles y no les haces caso puedes llegar a caer enfermo o a necesitar

               un tiempo para recuperarte —acuérdate de que si el cerebro te quiere

               hacer sentir algo, lo vas a sentir por narices—.
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