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          a la traducción de ensayo y al dominio público. Sin   el discurso coloquial, con el discurso filosófico y con
          embargo, siempre hay margen para la imaginación   los discursos de campos específicos del saber, como el
          y el hallazgo. También sería bueno que el traductor   derecho, la medicina, la arquitectura. Además, Sartre
          mismo propusiera textos para traducir, que estuvie-  genera un cambio permanente del punto de vista para
                                                          dar cuenta –no sin ironía– de la ideología de los me-
          “No suelo releer mis                            dios burgueses en la Francia contemporánea a Flau-
                                                          bert.
          traducciones, porque veo                            –¿Y alguna solución que encontraste que te

          las imperfecciones –el                          haya parecido particularmente feliz?
          revés del tapiz, como dice                      verano en el invierno. El traductor tiene constante-
                                                              Las soluciones felices se olvidan, como el calor del
          Cervantes en el Quijote–,                       mente la experiencia de la intraducibilidad, de la dis-
          ya sin ver el trabajo detrás                    puta entre sentido y letra, de la cercanía o la distancia
                                                          entre las lenguas de trabajo. En una palabra: retiene
          de ellas.”                                      con mayor frecuencia las dificultades y claudicacio-
                                                          nes, y olvida las innumerables transacciones que tuvo
                                                          que hacer para llegar a una solución, ni feliz ni fallida,
          ra informado sobre lo que se publica en lenguas ex-  sino apenas una solución… Por eso no suelo releer
          tranjeras, que escribiera prólogos introductorios para   mis traducciones, porque veo las imperfecciones –el
          sus propias traducciones de autores desconocidos o   revés del tapiz, como dice Cervantes en el Quijote–,
          noveles. Para eso, desde luego, no tiene que traducir   ya sin ver el trabajo detrás de ellas. En el Seminario
          a destajo, tiene que tener condiciones contractuales   Permanente de Traducción que sesiona mensualmen-
          humanas, con plazos razonables y tiempo para pensar   te en el Lenguas Vivas, cuando vienen traductores y se
          sobre la propia práctica. Sé que esto es ideal; ya desde   les hace una entrevista abierta, una de las preguntas
          el siglo XVIII hay registrados trabajos kilométricos   es: “¿qué relación tiene con sus propias traducciones?”
          de traducción, en los que los traductores funcionan   Casi invariablemente, los traductores responden que
          como eslabones de una cadena fordista, traduciendo   prefieren no volver a ellas.
          partes de largos textos, en jornadas extenuantes. No
          es solamente una cuestión de dinero, también hay que
          pensar que el traductor tiene que procurarse una bue-
          na computadora, pagarle al técnico en computación
          en caso de desperfectos, aprender a bajarse dicciona-
          rios de internet, anotarse en el monotributo, contratar
          un seguro médico, pagar la luz y el alquiler del lugar
          donde trabaja. Y que al negociar un contrato suele
          estar solo frente al editor, que tiene detrás toda una
          estructura…
             –¿Cuál fue la situación más compleja que debis-
          te afrontar en tu trabajo como traductora?
             –Sin duda, la traducción de las tres mil páginas de
          El idiota de la familia, de Jean-Paul Sartre, para edi-
          torial Colihue. Además de su monumentalidad, ese
          texto desafía por el modo en que Sartre piensa mien-
          tras escribe; su escritura es aluvional, se entreteje con
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