Page 118 - libro Antología cuentos 2020 La Balandra.indd
P. 118

cito, más para mantenerme despierta porque, me dije, qué detective serás,

              Lita, si te dormís en plena guardia. Ya sé, Norma, que no soy un detective,

              pero yo me entretuve así, querida. Volví con el mate, seguí viendo las re-

              cetas. Alrededor de las tres de la mañana me di cuenta de que las luces del

              comedor de Regina estaban prendidas, me emocioné y lo anoté prolijito.

              La luz parecía bailar, como si algo pasase frente a la lamparita a cada rato.

              Serían las tres y media cuando alguien se acercó a la ventana y terminó de

              cerrar las persianas, yo lo anoté todo, estaba emocionada, ni sueño tenía,

              pero a las cuatro me terminé acostando. Esa semana nadie vio a Rosalía.

              Todos empezaron a tener miedo y yo, desde ese momento, no le saqué la

              vista de encima a Regina.

                    Empezó a refrescar y nos dejamos de juntar en la vereda, se sentía

              que la situación nos había dejado tensos. Ninguno hablaba de la piba,

              todos pensaban que los habían secuestrado para pedir rescate y los habían

              matado o cosas así. Ya sé que esas cosas pasan, pero este no era el caso.

              Si no hubiera estado segura no estaría acá contándote, Norma, estaría des-

              aparecida, muerta, quién sabe. No me pongo truculenta, te digo la verdad,

              lo que pasa es que vos estás acostumbrada a la verdad de los programas

              de la tarde que son todos chimentos, pero la gente mata y muere todo el

              tiempo. A nuestra edad más lo que se muere que lo que se mata, pero, en

              realidad, uno nunca sabe. Los viejos nos empezamos a quedar adentro

              y Regina sacaba a pasear al perrazo. Cuando pasaba por mi puerta yo



              120
   113   114   115   116   117   118   119   120   121   122   123