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Rococó, clasicismo y romanticismo
hacer a las fuerzas conservadoras servicio más grande que desacre
ditar «el sobrio lenguaje de la razón». Estos intelectuales se equi
vocaban en sus propósitos, por una parte porque los príncipes ale
manes aceptaban en apariencia la Ilustración y adaptaban el
racionalismo del viejo régimen absolutista al nuevo cultivo de la
razón, y de otro lado debido a las tradiciones religiosas de los ho
gares de la pequeña burguesía, a menudo condicionados intelec-
i ualmente por la profesión de pastor del padre. La mayoría de los
representantes de la intelectualidad habían heredado estas tradi
ciones, que experimentaban ahora un renacimiento prometedor a
iravés del pietismo. Naturalmente, los intelectuales mantuvieron
su campaña contra la Ilustración sobre todo en aquellos campos en
que lo irracional tenía más ambiente tomando prestadas sus armas
principalmente de la esfera religiosa y la estética. La experiencia re
ligiosa era irracional en sí misma, y la artística se volvió irracional
a medida que se alejó de los criterios estéticos de la cultura corte
sana. En un principio, y siguiendo el ejemplo del neoplatonismo,
se fundieron ambas esferas, pero poco después se dio la primacía de
la nueva visión del mundo a las categorías estéticas. Los rasgos
de una obra de arte, impenetrables a la razón e indefinibles en tér
minos lógicos, no se descubrieron ahora, pues los había observado
y acentuado ya el Renacimiento; pero el siglo XVIII es el primero
en llamar la atención sobre la irracionalidad fundamental y la irre
gularidad de la creación artística. Esta época antiautoritaria,
opuesta de manera consciente y sistemática al academicismo áuli
co, fue la primera en poner en tela de juicio que las facultades re
flexivas, racionales e intelectuales, la inteligencia artística y la ca
pacidad crítica, tuvieran parte en la génesis de la obra de arte.
El establecimiento del irracionalismo encontró en esta esfera
una oposición infinitamente menor que en el campo de la teoría.
Las tendencias opuestas a la Ilustración se retiraron a las líneas de
la estética, y, partiendo de aquí, conquistaron todo el mundo inte
lectual. La estructura armónica de la obra de arte se trasladó a todo
el cosmos, y al creador del mundo se le atribuyó una especie de
plan artístico, como ya había hecho Plotino. «Lo bello es una ma
nifestación de las fuerzas secretas de la naturaleza», decía el mis
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