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Historia social  de  la  literatura y  el  arte








                    mo Goethe,  que,  por  lo  demás,  no  se  inclinaba demasiado al  mis­


                    ticismo, y toda la filosofía natural del romanticismo giraba en tor­


                    no a esta idea.  La estética se convierte en disciplina básica y en ór­



                    gano de  la metafísica.  Ya en  la teoría del conocimiento de Kant  la


                    experiencia  era  una  creación  del  sujeto  cognoscente,  en  analogía


                    con  la obra de arte,  considerada desde  siempre como producto del



                    artista ligado a la realidad, pero señor de ella. Kant mismo creía no


                    poder decir nada sobre la naturaleza del objeto en sí, y en cambio sí


                    creía poder decir mucho sobre la espontaneidad del sujeto, y trans­


                    formaba el conocimiento, que había sido concebido durante toda la



                    antigüedad y la Edad Media como imagen de una realidad, en  una


                    función de la razón.  La oposición de la objetividad a la libertad del


                    sujeto disminuyó con  la marcha del  tiempo, y, como objeto de co­



                    nocimiento,  se  convirtió  finalmente  en  dominio  absoluto  del  yo


                    creador.  ¿Cómo pudo cambiar tanto la concepción del mundo? Los


                   sistemas filosóficos se  trasladan al papel en  las  bibliotecas y en los



                   gabinetes  de  estudio,  pero  no  surgen  en  ellos;  y  si  alguna  vez  es


                   este el caso, como lo fue efectivamente en el idealismo alemán, tie­


                   nen  también  su  motivación  real,  derivada de  la vida práctica.  Los



                   gabinetes  de  estudio de  los  filósofos  alemanes  estaban  hermética­


                   mente cerrados, y la experiencia de la que estos filósofos derivaban


                   sus sistemas fue precisamente su aislamiento, su soledad y su falta


                   de  influencia en  la vida práctica.  Su concepción  estética del  m un­



                   do era en  parte  un cerrarse  contra el  mundo  en  el que  el  «intelec­


                   to»  había  demostrado ser  impotente,  y  en parte  un  rodeo  hacia la


                   manifestación  de  un  ideal  humano  que  no  podía  realizarse  por  el



                   camino directo de la educación política y sociai.


                              Voltaire y Rousseau se pusieron de moda al mismo tiempo en


                   Alemania, pero  la  influencia  de  Rousseau fue  incomparablemente


                   más  amplia y  más  profunda que  la  de  su  competidor.  Ni  siquiera



                   en  Francia encontró  Rousseau  tan  numerosos  y  exaltados  partida­


                   rios  como  en  Alemania.  Todo  el  Sturm und Drang,  Lessing,  Kant,


                   Herder, Goethe y Schiller eran descendientes suyos y le reconocían



                   su  deuda.  Kant veía  en  Rousseau al  «Newton  del  mundo moral»


                   y  Herder le  llamó  «santo  y profeta».  La  autoridad  de  Shaftesbury


                   en  Alemania estaba a la altura de la fama de  que  disfrutaba en  su






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