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Historia social de  la  literatura y el  arte








                     al  alejamiento  de  la  vida  cortesana  y  urbana.  ¿Pero  incluso  todo


                     esto es  nuevo?  ¿No era  lo pastoril  desde  un principio  una ficción,


                    un  amaño  teatral,  un  mero  coqueteo con  el  estado  idílico de  ino­



                    cencia y simplicidad? ¿Es imaginable que desde que hubo una poe­


                    sía pastoril, es decir desde que existió  una vida urbana y cortesana


                    altamente  desarrollada,  alguien  quisiera  realmente  llevar  la  vida


                    sencilla y humilde  de  los  pastores  y  los aldeanos?  No,  la vida pas­



                    toril  ha  sido  siempre  un  ideal  en  el  que  los  rasgos  negativos  —a
                                                                                                                                                              l

                    propia  separación  del  gran  mundo  y  el  desprecio  de  sus  costum­


                    bres- eran  los elementos principales.  Se  trasladaba uno, en  una es­



                    pecie de juego, a  una circunstancia que, al  tiempo que conservaba


                    las ventajas de la civilización,  prometía la  liberación de sus trabas.


                    Se acrecentaba la atracción de las pintadas y perfumadas damas in­



                    tentando presentarlas -pintadas y perfumadas como estaban—como


                    frescas,  lozanas  e  inocentes  campesinas,  aumentando  así el  atracti­


                    vo del  arte  con  el  de  la  naturaleza.  La ficción  contenía de antema­


                    no  las  condiciones  previas  que  en  toda  cultura  complicada  y  refi­



                    nada se han convertido en el  símbolo de  la libertad  y la felicidad.


                              La tradición literaria de la poesía pastoril  muestra no sin fun­


                    damento,  desde  sus  comienzos  en  el  helenismo,  una  casi  ininte­


                    rrumpida historia de  más de dos  mil años.  Con  la  excepción  de  la



                    alta  Edad  Media,  cuando  la  cultura  urbana  y  cortesana  estaba  ex­


                    tinguida, no hay un siglo sin ejemplo de esta poesía.  Fuera de la te­


                    mática  de  la  novela  caballeresca,  no hay probablemente  un  asunto



                    del  que  la  literatura  occidental  se  ocupe  tan  largamente  y  que  se


                    sostenga con tanta tenacidad contra el asalto del racionalismo como


                   el  tema  bucólico.  Este  largo  y  casi  ininterrumpido  dominio  de­


                    muestra que  la poesía  «sentimental»  en el  sentido  que Schiller da



                   a esta palabra, desempeña en la historia de la literatura un papel in­


                   comparablemente  más  importante que la  «ingenua».  Ya los Idilios


                   de Teócrito  no deben su existencia a  un auténtico arraigo en  la na­



                   turaleza y  a  una  relación  inmediata  con  la vida del  pueblo,  sino  a


                   un  sentimiento  reflexivo  de  la  naturaleza  y  a  una  romántica  con­


                   cepción del pueblo, es decir a sentimientos que tienen su origen en


                   una nostalgia de lo lejano, extraño y exótico. El campesino y el pas­



                   tor  no  se  entusiasman  ni  por  la  naturaleza  ni  por sus  ocupaciones






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