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Historia social de la literatura y el arte
se encuentra. Pero este efecto no es privativo del cine; tiene su ori
gen en el arte romántico. También el clasicismo quiere ser sugesti
vo y despertar en el lector o contemplador sentimientos e ilusiones.
¿Qué arte no lo ha querido también? Sin embargo, las representa
ciones del clasicismo tienen siempre el carácter de un ejemplo ins
tructivo, de una analogía interesante y de un símbolo pleno de re
ferencias. No se reacciona ante él con lágrimas, éxtasis y desmayos,
sino con reflexiones, consideraciones y una comprensión más pro
funda de los hombres y su destino.
El período posrevolucionario fue una época de decepción ge
neral. Para todos aquellos que estaban ligados a las ideas revolu
cionarias sólo de manera superficial, esta desilusión comenzó con la
Convención; para los auténticos revolucionarios, con el 9 Termidor,
Para los primeros se hizo odioso paulatinamente todo lo que les re
cordaba la Revolución; para los últimos, cada etapa del desarrollo
les confirmaba la traición de sus antiguos aliados. Pero era un do
loroso despertar también para aquellos que habían sufrido el sueño
de 1a Revolución desde el principio como una pesadilla. A todos les
parecía que el presente se había vuelto insípido y vacío. La intelec
tualidad se aisló cada vez más del resto de la sociedad y los ele
mentos intelectualmente productores vivían ya su propia vida. Se
desarrolló el concepto del filisteo y del «burgués» en contraste con
el «ciudadano», y lo curioso de esta situación sin precedentes es
que artistas y escritores estaban llenos de odio contra la misma cla
se a la que debían su existencia material e intelectual.
Pues el romanticismo era, en efecto, un movimiento esencial
mente burgués, e incluso era el movimiento burgués por excelencia:
era la tendencia que había roto definitivamente con los convencio
nalismos del clasicismo, de la artificiosidad y la retórica cortesanas
aristocráticas, del estilo elevado y el lenguaje refinado. El arte de la
Ilustración, a pesar de su sentimiento revolucionario, estaba todavía
basado en el gusto aristocrático del clasicismo. No sólo Voltaire y
Pope, sino también Prévost, Marivaux, Swift y Sterne estaban más
cerca del siglo XVII que del XIX. El arte romántico fue el primero
en ser un «documento humano», una confesión a gritos, una herida
abierta y desnuda. Cuando la literatura de la Ilustración ensalza al