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Rococó, clasicismo y romanticismo
burgués, lo hace siempre en un tono más o menos polémico contra
las clases superiores; el romanticismo es el primero en tomar al bur
gués por medida natural del hombre. El hecho de que tantos de los
representantes del romanticismo sean de noble ascendencia modifi
ca tan poco el carácter burgués del movimiento como la hostilidad
al filisteísmo que lleva en su programa. Novalis, Kleist, Von Ar-
nim, Von Einchendorff y Von Chamisso, el vizconde de Chateau
briand, Lamartine, Vigny, Musset, De Bonald, De Maistre y La-
mennais, lord Byron y Shelley, Leopardi y Manzoni, Pushkin y
Lermontov pertenecen a nobles familias y defienden en cierto as
pecto gustos aristocráticos, pero la literatura estaba destinada desde
el Renacimiento exclusivamente al mercado libre, es decir a un pú
blico burgués. Se podía persuadir a veces a este público de opinio
nes que iban contra sus verdaderos intereses, pero no se le podía ya
presentar el mundo con el estilo impersonal y las formas intelec
tuales abstractas del siglo XVIII. La peculiaridad de la imagen del
mundo que era verdaderamente adecuada a él se expresaba, mejor
que en modo alguno, en aquella idea de la autonomía del espíritu y
de la inmanencia de las esferas individuales de cultura que había
predominado desde Kant en la filosofía alemana y que hubiera sido
inconcebible sin la emancipación de la burguesía líi2. Hasta el ro
manticismo, el concepto de cultura dependía de ia idea del papel
subordinado que desempeña la mente humana; tanto si la visión del
mundo en el momento era ascética y religiosa como si era secular y
heroica o aristocrática y absolutista, la mente tenía siempre sólo el
valor de medio para un fin y nunca pareció buscar metas propias e
inmanentes. Sólo después de la disolución de los antiguos lazos, des
pués de ia desaparición del sentimiento de la nulidad absoluta de
I a mente respecto del orden divino y de la nulidad relativa frente a la
jerarquía eclesiástica y secular, es decir después de que el individuo
quedó referido a sí mismo, se hizo concebible la idea de la autono
mía intelectual. Esta concepción correspondía a las ideas del libe
ralismo económico y político y se mantuvo en vigor hasta que el so
cialismo creó la idea de una nueva obligación y el materialismo
[S?- Cf. Albert Salomón, Bürgerlicber und kapitalistischer Geist, en Die Gesellscbaft,
I‘>27, IV, pág. 552.
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