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Historia social  de  la  literatura y el  arte








                         No se debe despreciar esta  diferencia, aunque  ia  Restauración


               en un principio trajera consigo cierto relajamiento del uso de la fuer­


               za que  fue  necesaria  tanto a la  Revolución,  en  su  existencia en  pe­



               renne peligro, como al Imperio, siempre amenazado por la izquier­


               da y por  la derecha.  Desde  luego,  no se trataba de  un  renacer de la


               libertad  burguesa  en  contraste  con  la  dictadura  militar  de  Napo­



               león; era sólo una mera apariencia, debido a que ahora se perseguían,


              en vez de a personas, a grupos y clases en conjunto, y en el marco de


              este predominio clasista estaba relativamente garantizada la libertad


               legal.  La Restauración podía permitirse el  lujo de ser más  tolerante



              que sus predecesores.  La reacción  había triunfado en  toda Europa y


               las ideas  liberales se habían vuelto inofensivas;  los pueblos de Euro­


              pa estaban  cansados de empresas  revolucionarias y guerras,  y anhe­



               laban el descanso. Se hizo posible un intercambio más libre de ideas


              que antes, y  ya no era necesario colocar bajo sanción  la observancia


              de ciertos criterios de gusto,  si  bien el  fondo político de las distin­


              tas actitudes artísticas se advertía con gran claridad.



                         Los  románticos se confesaron  en  Francia, en  un principio,  se­


              guidores incondicionales del legitimismo y el clericalismo, mientras


              que ia tradición  clásica de la literatura está representada principal­



               mente por los liberales. No todos los clásicos son liberales, pero to­


              dos  los  liberales  son  clásicos  l92.  Probablemente  no hay en  toda  la


              historia del arte otro ejemplo tan claro de que una posición políti­


              ca conservadora sea compatible directamente con una actitud artís­



              tica progresista,  e  incluso de  que  conservadurismo  y  progresismo


              sean  cosas  irreductibles en  una y  otra esfera.  Entre ios  liberales de


              sentimientos  clasicistas  y  los  románticos  «ultras»  no  hay  entendi­



              miento posible, pero entre los  legitimistas  hay  todo  un grupo que


              cree en  la concepción  clasicista del  arte,  aunque,  en  contraste  con


              los liberales, piensan no en el clasicismo del siglo XVIII, sino en el


              de la época de Luis XIV.  Pero en  la lucha contra el  romanticismo,



              los  clasicistas  conservadores  y  liberales  están  completamente  uni­


              dos;  por esto  rechaza  la  Academia a  Lamartine  a  pesar de  su  con­


              servadurismo. La Academia no representa ya el gusto dominante en








                         192  Charles-Marc des Granges,  Im presse litt.  sous ía Resturation.  1907,  pág.  44.





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