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Rococó, clasicismo y romanticismo
la disposición de ánimo de la burguesía antes de la Revolución; el
pesimismo y el tedio de la vida, de la literatura de emigrados, co
rresponden a los sentimientos de la aristocracia después de la Revo
lución. Estos sentimientos se convierten, apenas sucumbe Napo
león, en un fenómeno europeo general y expresan el sentido de la
vida de todas las clases altas. Rousseau sabía todavía por qué no era
feliz; sufría a causa de la cultura moderna y de la incapacidad de las
formas sociales convencionales para satisfacer sus propias necesida
des espirituales. Él se imaginaba una situación totalmente concreta,
aunque irrealizable, en la que se hubiera curado de su mal. La me
lancolía de René, por el contrario, es indefinible e incurable. Para él,
toda la existencia se ha vuelto absurda; siente un infinito y exaltado
deseo de amor, de sociedad, un anhelo eterno de abarcarlo todo y ser
abarcado por todo; pero sabe que este anhelo es irrealizable y que su
alma seguiría insatisfecha aunque pudieran realizarse todos sus de
seos. No hay nada que merezca ser deseado, y todo afán y toda lu
cha es inútil; lo único sensato es el suicidio. Y la separación absolu
ta del mundo interior y el exterior, de la poesía y la prosa de la vida,
la soledad, el desprecio del mundo y la misantropía, la existencia
irreal, abstracta y desesperadamente egoísta que guían la naturaleza
romántica del nuevo siglo son ya suicidio.
Chateaubriand, Madame de Staél, Senancour, Constant y No-
dier están todos con Rousseau y sienten una viva repulsión por Vol-
taire. Pero la mayoría de ellos se sienten opuestos sólo al raciona-
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lismo del siglo XVIII, no al del XVII. Partiendo de esta distinción
consigue Chateaubriand combinar su visión progresista del arte
con su conservadurismo político, su monarquismo y su clericalis
mo, su entusiasmo por el trono y el altar. Y sólo teniendo en cuen
ta que el romanticismo siente más fuertemente su conexión con el
pasado más remoto que con el más cercano puede explicarse que
Lamartine, Vigny y Hugo sigan siendo fieles al legitimismo tanto
tiempo. Los primeros signos de un cambio en su visión política no
son visibles hasta 1824 aproximadamente. Entonces surge la pri
mera de las camarillas románticas (cénacles), el famoso círculo en
torno a Charles Nodíer en el Arsenal, y entonces también por pri
mera vez se consolida el movimiento en algo así como una escuela.
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