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Historia social  de  la literatura  y  el arre







                 a ia adopción de medidas cada vez más reaccionarías si quería man­



                 tener la dirección de un gobierno que se apoyaba en elementos an-


                 tirrevolucionarios.  Los  románticos,  que  paulatinamente  se  fueron


                 dando cuenta de adonde conducía realmente  la Restauración,  reco­


                 nocieron al mismo tiempo que la poderosa burguesía capitalista era



                 el  apoyo  más  firme del  régimen,  un apoyo  más  fuerte  que  la anti­


                 gua  aristocracia,  en  parte  desposeída  e  incapaz  de  luchar.  Todo su


                 odio y todo su desprecio se  volcaron ahora sobre  ia ciase  burguesa.



                 El  burgués,  avaricioso,  mezquino  e  hipócrita,  se  convierte  en  el


                 enemigo  principal,  y  en  contraste  con  él,  el  artista,  pobre,  honra­


                 do, sincero, que lucha contra todo vínculo denigrante y contra toda


                 mentira convencionalista, aparece  como el  ideal  humano por exce­



                 lencia.  El alejamiento de la vida práctica, arraigada firmemente en


                 lo social y  ligada políticamente de manera inequívoca, alejamien­


                 to  que  desde  el  primer  momento  fue  característico  del  romanti­



                 cismo  y  se  hizo  perceptible  en  Alemania  ya en  el  siglo  XVIII,  se


                 convierte  por  todas  partes  en  el  rasgo  predominante;  también  en


                 los países  occidentales  se  abre  un abismo  insalvable  entre artista y


                 público,  entre  arte  y  realidad  social.  Las  groserías  y  las  imperti­



                 nencias de la bohemia, su ambición frecuentemente infantil de po­


                 ner en  un  apuro a ia  burguesía desprevenida y  de  irritarla, su afán


                 convulsivo de distinguirse de  los hombres  normales y adocenados,



                 la peculiaridad de su atuendo, su peinado, su barba, el chaleco rojo


                 de Gautier y la mascarada de sus amigos,  tan sorprendente como la


                suya aunque  no  siempre  tan chillona de  colores,  su  lenguaje  libre,



                 fácil  y paradójico,  sus  ideas  exageradas,  expuestas de modo agresi­


                vo, sus  invectivas y sus  indecencias, todo esto  no es  más que  la de­


                 mostración de su voluntad de separarse de la sociedad burguesa, o,


                más bien, de  representar  la separación  ya consumada como volun­



                 taria y grata.


                           En  la Jeune-France,  como  se  llaman  ahora  a  sí mismos  los  re­


                beldes,  todo gira en  torno  a su odio  contra  el  filisteísmo  y su des­


                precio de la vida  burguesa regulada e inanimada, en  torno a su lu­



                cha contra todo lo tradicional y convencional, contra todo lo que se


                pueda  enseñar y aprender,  contra  todo  lo  maduro y  sereno.  El  sis­


                tema de  los valores  intelectuales  se  enriquece con  una  nueva cate­







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