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Rococó,  clasicismo y  romanticismo







                 probablemente  como  consecuencia  del  valor  problemático  de  sus



                 principios artísticos, crea una escuela con una doctrina estrictamen­


                 te formulable y enseñable. En la época del clasicismo, la totalidad de


                 la literatura francesa formaba una gran escuela yen toda Francia do­



                 minaba un  gusto uniforme;  los disidentes y  rebeldes  representaban


                 un grupo demasiado atomizado como para encontrarse en  el  marco


                 de un programa común.  Pero ahora, cuando la literatura francesa se


                 ha  convertido  en  campo  de  batalla  de  dos  grand.es  partidos  casi



                 igualmente  fuertes,  cuando  el  ejemplo de  la vida  política  induce a


                 los  escritores  a  la  formulación  de  programas  de  partido  y  se  des­


                 pierta en ellos el deseo de tener un jefe, cuando, finalmente, las me­



                 tas artísticas de la nueva tendencia son todavía tan poco claras y tan


                 contradictorias que han de ser resumidas y codificadas, ha llegado la


                 época de  la fundación de las  escuelas  literarias.


                            En Francia, el romanticismo mostraba este carácter más vigo­



                 rosamente que en Alemania, donde el  ideal clásico no se había rea­


                 lizado nunca de manera tan pura,  donde la idea clásica de la cultu­


                 ra seguía siendo en general válida también para el romanticismo, y



                 la  imagen  clasicista del  mundo  tuvo  siempre  un  carácter relativa­


                 mente romántico.  De cualquier modo,  la fragmentación de la vida


                 literaria en partidos fue  menos aguda que en  Francia, y  como con­


                 secuencia de  ello  las  agrupaciones  de  escritores  en  escuelas  fueron



                 también menos pronunciadas. En Inglaterra, donde  la antítesis en­


                 tre clasicismo y  romanticismo había perdido su razón  de  ser desde


                 la segunda mitad del siglo XVIII, porque, por decirlo así, no había



                 sino  literatura  romántica,  no  se formó  ninguna escuela  literaria  ni


                 surgió  tampoco  ninguna  personalidad  que  poseyera  autoridad  de


                 maestro 19\  Naturalmente, los cénades franceses tienen también con


                 frecuencia  simplemente  el  carácter  de  tertulias  literarias  que  se



                 mantienen unidas únicamente por su jerga común, y producen des­


                 de fuera la  impresión de que se trata de  una conspiración, y,  desde


                 dentro,  de  una  celosa  compañía  de  cómicos.  A  menudo  parecen



                 sólo sectas  belicosas o acaloradas sociedades en debate,  para las que


                 la  doctrina  es  más  importante  que  la  práctica,  y  el  ser  diferentes




                            m  Henry  A.  Beers,  A   History  of Englisb  Román tic i sm  in  the  19th  Century.,  1902,


                 pág.  173-





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