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Rococó, clasicismo  y  romanticismo








                      el  público  literario;  una  gran  parte  de  los  lectores  apoyan  el  ro­


                      manticismo, y, por cierto, con un apasionamiento desconocido has­


                      ta ahora.


                                 El éxito de El genio del cristianismo,  de Chateaubriand, no tenía



                      precedentes en  una obra de su género, pero nunca, ni antes  ni des­


                      pués, una pequeña colección de poemas líricos ha sido recibida con


                      entusiasmo semejante al que provocó Meditaciones poéticas,  de Lamar­



                      tine.  Después  del  largo  estancamiento  de  la  literatura  comienza


                      ahora  una  era  animada  y  extremadamente  productiva,  rica  en  ta­


                      lentos  no  ordinarios y  en  obras  de éxito.  Es verdad  que  el  público



                       lector no es muy amplio, pero es un público con un interés apasio­


                      nado por  la  literatura,  entusiasmado  y  agradecido  l9\   Se  compran


                      relativamente  muchos  libros,  la  prensa  sigue  los  acontecimientos


                       literarios con la mayor atención, los salones se abren de nuevo y fes­



                       tejan a los héroes intelectuales del día. Como consecuencia de la re­


                       lativa libertad, se realiza una desintegración de los afanes literarios,


                      y  la  cultura  uniforme  del  grand siecle  retrocede  paulatinamente  a



                       una  lejanía mítica.  Ciertamente,  había ya en el  siglo XVII  una lu­


                      cha entre  los  «antiguos»  y los  «modernos»,  un antagonismo entre


                      la  tendencia  académica  de  Le  Brun  y  la  concepción  pictórica  del



                      arte  propia  de  sus  adversarios,  y  en  el  siglo  XVIII  existía  un  con­


                       traste más agudo todavía entre el rococó cortesano y el prerroman-


                       ticismo  burgués;  pero durante  todo  el anden  régime predominó  un


                      gusto artístico uniforme en lo esencial, una ortodoxia cuyos adver­



                      sarios habían sido considerados siempre como disidentes y secesio­


                       nistas. No había, en una palabra, auténtica rivalidad de tendencias


                      artísticas.  Ahora,  por  el  contrario,  existen  dos grupos  igualmente



                      fuertes, o que al menos disfrutan del mismo prestigio. Ninguna de


                       las  dos  tendencias en  competencia  posee  un  carácter  autoritario ni


                      domina de manera exclusiva o preponderante  la élite  intelectual,  e


                       incluso  después  de  la victoria del  romanticismo  no  hay  un  «gusto



                       romántico»  tipo en el sentido en que había habido un gusto clasi­


                      cista normativo.  Nadie evita su  influencia,  pero  no todo el  mundo


                       lo  reconoce  como  perfecto,  y,  además,  comienza  una  lucha  contra








                                 m   A.  Thibaudet, op.  tit.f  pág.  107.





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