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Rococó, clasicismo y romanticismo
lución política, sigue más bien el camino de la burguesía francesa.
En primer lugar, es un leal seguidor de los Borbones; después par
ticipa en ia Revolución de Julio y es adicto a la monarquía consti
tucional; finalmente, apoya las aspiraciones de Luis Napoleón, y
sólo se vuelve republicano radical cuando ya la mayoría de la bur
guesía francesa se ha hecho liberal y antimonárquica. Su relación
con Napoleón corresponde también sólo al cambio que ha dado la
actitud general. En 1825 es todavía un acerbo enemigo de Napo
león y maldice su memoria; sólo hacia 1827 modifica su actitud y
comienza a hablar de ia gloria de Francia, que está ligada al nom
bre de Napoleón. Finalmente, se convierte en portavoz elocuente
de aquel bonapartismo que era una mezcla especial de culto inge
nuo al héroe, nacionalismo sentimental y liberalismo sincero, aun
que no siempre congruente.
Cuán inusitadamente complicados son los motivos de este
movimiento lo muestra expresivamente la circunstancia de que en
tre sus seguidores están espíritus tan distintos como Heine y Bé-
ranger, y de que lo sostienen, por una parte, los volterianos autén
ticos y los herederos de la Ilustración, y, por otra, la pequeña
burguesía, que probablemente es de inspiración volteriana, anti
clerical y antilegitimisca, pero que es al mismo tiempo sentimen
tal y aficionada a forjar leyendas. El hecho de que un solo editor, el
famoso Tourquet, venda entre 1817 y 1824 treinta y un mil ejem
plares de las obras de Voltaire, es decir un millón seiscientos mil
volúmenes w , es el signo más claro del renacimiento de la Ilustra
ción y un testimonio de que la clase media constituye un impor
tante contingente de compradores. Es característico de esta clase
comprar las obras completas de Voltaire y cantar las canciones de
Béranger, liberales, aunque sin grandes exigencias ni en lo intelec
tual ni en lo artístico. Se oyen estas canciones por todas partes, sus
estribillos resuenan en todos los oídos y, como se ha dicho, contri
buyen al hundimiento del prestigio de los Borbones más que todos
los otros productos intelectuales de la época. Naturalmente, la bur
guesía tenía también antes sus canciones: sus canciones para la
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