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Historia social  de  la literatura y  el  arte







                           mucha economía; con la primacía, de la fábula sobre ios caracteres



                           con las figuras  tópicas:  el héroe,  la inocencia perseguida,  el villano


                           y  el  personaje  cómico  204;  con  la  fatigabilidad  ciega  y  cruel de  ln|


                           sucesos; con una moral fuertemente acentuada, que, como consecuett*


                           cia de su tendencia insustancial y conciliadora, basada en el premio



                           y  el  castigo,  no corresponde al carácter  moral  de  la  tragedia,  pero


                           tiene de común con ella el patetismo elevado e  incluso exagerado,


                                      El melodrama denuncia su dependencia de la tragedia ante todo



                           por ía observancia de las tres unidades, o al menos por la tendencia a


                           tenerlas en cuenta.  Pixerécourt tolera un cambio de escena entre do»


                           actos,  sí, pero el salto es  insensible, y sólo en  su Churles-le-Téniérain


                           (1814) introduce un cambio de lugar dentro de un mismo acto.  No



                           obstante, se disculpa en una nota cuyo texto es sumamente expresi­


                           vo  de  su disposición  clasícista:  «Es  la primera vez  que  me permito


                           esta infracción de las reglas», encarece. En general, Pixerécourt man­



                           tiene también la unidad de tiempo; en sus obras, por lo común, todo


                           ocurre en veinticuatro horas.  Por vez primera en  1818 sigue un mé­


                           todo nuevo con su Filie de l’Exilé ou buit mois en deux beures, pero tam­


                           bién esta vez se disculpa por ello 205.  En contraste con estas caracte­



                           rísticas del melodrama, el mimo, formado por una escena naturalista


                           a modo de cuadro de la vida, o una mera sucesión de tales escenas, no


                           tiene una acción estereotipada reducible a un esquema fijo,  ni carac­



                           teres típicos o extraordinarios, ni rígida moral, ni un estilo idealiza­


                           do que  se  diferencie  del  lenguaje  corriente.  El  melodrama  tiene  en


                          común con el mimo sólo la movilidad de las escenas y la crudeza de


                           sus efectos, la falta de selección de los medios y la popularidad de los



                           motivos; por lo demás,  observa estrictamente el  ideal de  la tragedia


                          clásica.  Es  evidente  que  el  convencionalismo  de  una  forma  no  es


                          siempre signo de una finalidad superior.



                                     La  variedad  moderna  del  mimo  no  es  el  melodrama,  sino  el


                          vaudeville,  que con su acción episódica dividida en escenas aisladas,


                          sus  canciones  intercaladas,  sus  tipos populares  tomados  de la vida


                          diaria,  su estilo  fresco,  picante  y  que  da  la impresión de  improvi­



                          sado,  a pesar de  las  influencias  literarias  que  tampoco  aquí faltan,




                                     204  Paul Ginisty, Le mélodrame,  1.910, pág.  14.

                                     m  Alexander Lacey, Pixerécourt and the Frencb Romantic Drama,  1928, págs.  22 sig.






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