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Historia social de la literatura y el arte
El éxito inaudito, la oposición de los círculos oficiales, la pro*
pia predilección de los románticos por los efectos melodramático!)
por los colores chillones, por las situaciones crudas, por acento*
violentos: todo esto contribuyó a que en el drama romántico cof\t
tinuaran manteniéndose muchos de los rasgos característicos dvl
teatro plebeyo. Pero el romanticismo retiene del melodrama sólo lo
que desde el principio le era propio, lo que estaba ya contenido f|)
germen en el prerromanticismo y en el Sturm und Drang, y habí*
sido tomado por ei teatro en parte de las historias terroríficas in»
giesas y en parte de las novelas alemanas de horror, ladrones y Cl*
ballerías. El teatro romántico tiene en común con el melodramt
ante todo los agudos conflictos, los violentos choques, la acción
complicada, aventurera, brutal y sangrienta, el predominio del mi»
lagro y la casualidad, los repentinos y frecuentemente inmotivado»
cambios y transformaciones, los inesperados encuentros y reconocí»
mientos, las constantes alternativas de tensión y solución, los re*
cursos violentos e irresistiblemente brutales, el ataque y la coacción
al espectador con lo horrible, lo lúgubre y lo demoníaco, el desa
rrollo mecánico de la acción, las intrigas y conspiraciones, los dis
fraces y engaños, las trampas y maquinaciones; finalmente, los efec
tos teatrales y la máquina escénica, sin los que el drama romántico
es completamente inconcebible: los encarcelamientos y los raptos,
los secuestros y los rescates, los intentos de fuga y los asesinatos, los
cadáveres y los féretros, las cárceles y las fosas, las torres y las maz
morras de los castillos, los puñales y las espadas y las redomas de
veneno, los anillos, amuletos y herencias familiares, las cartas in
terceptadas, los testamentos perdidos y los contratos secretos roba
dos. Es cierto que el romanticismo no era muy selecto, pero no hace
falta más que pensar en Balzac, el escritor más grande, y desde el
punto de vista del gusto el más problemático de su siglo, para dar
se cuenta de cuán estrechos y en última instancia cuán poco im
portantes se habían vuelco los criterios estéticos del clasicismo.
Pero el desarrollo del teatro en la dirección del gusto popular
no se expresaba tanto en 1a mera existencia del melodrama como en
la tranquila conciencia con que Pixerécourt ponía a la venta su pro
ducción intelectual. Consideraba las obras de los románticos como
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