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Rococó,  clasicismo y  romanticismo








                acuerdo con  la  nueva concepción  del  trabajo,  el patrono compra y


                el obrero vende lo que ninguno de ios dos tiene derecho a comprar


                ni vender, esto es, «la salud, la vida y el bienestar del trabajador» 2".


                          Después  de  la  terminación  de  la  lucha  contra  Napoleón,  In­



                glaterra,  si  no agotada en modo alguno,  queda por lo  menos debi­


                litada y desorientada en lo intelectual; o sea en unas circunstancias


                especialmente propicias para hacer que la sociedad burguesa cobra­



                se  conciencia  de  lo  problemático  de  las  bases  de  su  existencia.  El


                romanticismo más juvenil, la generación de Shelley, Keats y Byron,


                es ei mancenedot  de  este proceso.  Su humanitarismo sin concesio­


                nes constituye su protesta contra la política de explotación y opre­



                sión; su modo de vida inconvencional, su ateísmo agresivo y su ca­


                rencia  de  prejuicios  morales  son  las  distintas  formas  de  su  lucha


                contra la clase que dispone de los medios de explotación y opresión,



                lil  romanticismo  inglés,  incluso  en  sus  representantes  conservado­


                res, en Wordsworth y Scott, es en cierto modo un movimiento de­


                mocrático tendente a la popularización de la literatura.  Ante codo,


                el  propósito de  Wordsworth  de acercar el  lenguaje poético al  len­



                guaje diario es un ejemplo característico de esta tendencia popula­


                rizante,  aunque  la dicción poética  «natural»  de  que  se sirve es,  en


                realidad, tan poco libre de premisas y tan poco espontánea como el



                antiguo  lenguaje  literario  al  que  él  renuncia por su artificiosidad.


                Si  aquél  es  menos  culto  que  éste,  sus  presupuestos  psicológicos


                subjetivos  son  infinitamente  más  complicados.  Y  en  cuanto  a  la



                empresa  de  describirse  y  describir  la propia  evolución  intelectual


                en un poema de  la longitud de la epopeya homérica, representa un


                hecho  revolucionario  comparado  con  la  objetividad  de  la  antigua


                literatura, y es tan característico del nuevo subjetivismo como, por



                ejemplo, Dichtung und Wahrheit de  Goethe,  pero  la  «popularidad»


                y  la  «naturalidad»  de  tal  empresa  son  más  que  dudosas.  Matthew


                Arnold advierte en su ensayo sobre Wordsworth, hablando de cier-



                ias insuficiencias del poeta, que también Shakespeare, naturalmen­


                te, tiene sus pasajes débiles; pero si uno pudiera hablar con él en los


                Campos Elíseos, contestaría de seguro que era perfectamente cons-




                          211  Aifred  Cobban,  Edmund Burke and the  Revolt against  the  18th  Century,  1929,


                págs.  208  sig.,  215.





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