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Historia social  de  la  literatura  y el  arte








                            como es notorio.  Pero,  naturalmente, semejantes  motivos  no están


                            en concordancia con el carácter oficial del gran arte de la época ba­


                            rroca.  En  representaciones  pictóricas  de  carácter  decorativo,  o  en



                            una novela o en la ópera o el  ballet son admisibles todavía, pero en


                            una  gran  pintura  representativa  estarían  tan  fuera  de  lugar  como


                            en  una  tragedia.  «Dans un  román  frivole  aisément  tout s’excuse...



                            Mais la scéne demande  une exacte raison»  28.  Sin embargo,  lo pas­


                            toril adquiere en la pintura, tan pronto como ésta toma posesión de


                            aquello, una sutileza y una profundidad como nunca las tuvo en  la


                            poesía,  donde  fue  siempre  un  género de  segunda categoría.  Como



                           género poético  representó  desde  el  primer  momento  una creación


                           extremadamente artificiosa y continuó siendo posesión exclusiva de


                           generaciones cuya relación con la realidad era totalmente reflexiva.



                           La  situación  bucólica en  sí fue siempre  un  pretexto exclusivamen­


                           te,  nunca  el  objeto  propio  de  la  representación,  y  tuvo  continua­


                           mente, por tanto, carácter más o menos alegórico, pero nunca sim­


                           bólico.  En  otras  palabras,  lo  pastoril  tenía  un  sentido  totalmente



                           inequívoco y dejaba poco campo a la interpretación. Se agotó pron­


                           to,  no  tenía  secreto alguno  tras  de  sí y  ofrecía  incluso a  un  poeta


                           como  Teócrito  una  imagen de  la  realidad  bastante  indiferenciada,



                           aunque  inusitadamente atractiva.  Nunca pudo  superar  (as  limita­


                           ciones de la alegoría y resultaba un mero juego, sin tensión, super­


                           ficial. Watteau es el primero que consigue darle profundidad sim­


                           bólica,  y,  precisamente,  eliminando  todos  aquellos  rasgos  que  no



                           podían ser considerados como réplica simple e inmediata de la rea­


                           lidad.


                                     El  siglo  XVIII,  por  su  propia  índole,  condujo  a  un  renaci­



                           miento de lo pastoril.  Para la literatura, la fórmula se ha vuelto de­


                           masiado  estrecha,  pero  en  la  pintura  no  se  había  usado  aún  y  se


                           puede comenzar de nuevo.  Las clases altas  vivían  en  medio de for­


                           mas  sociales  extremadamente  artificiales,  que  sublimizaban  com­



                           plicadamente  las  relaciones  cotidianas;  pero  no  creían  ya,  sin  em­


                           bargo,  en el  profundo  sentido  de  estas  formas  y  les  daban  el  valor


                          de meras  reglas de juego.  Una regla de juego del amor de esta cía­








                                     28  Boileau, L A rt poéttque,  III> vs.  119 sigs.





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