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Naturalismo e  impresionismo







                  sición  al  compromiso,  a  la  tendencia  a vivir sin  objetivos  y  morir



                  oscuramente.  La  novela  desilusionada  del  romanticismo  contenía


                   todavía algo de la idea de  la tragedia que hacía victorioso hasta en


                   su derrota al héroe que luchaba contra la realidad  trivial;  en la no­



                  vela del siglo XIX, por el contrario, el héroe aparece  íntimamente


                  vencido  incluso  cuando  consigue  sus  propósitos  prácticos,  y  con


                   frecuencia precisamente por alcanzarlos.  Nada más lejos de la idea


                  del joven Goethe, Chateaubriand  o Benjamin Constant que el ha­



                  cer dudar a sus héroes de la razón de ser de su propia personalidad


                  y de  sus  objetivos  en  la vida.  La  novela  moderna es  la primera en


                  crear  el  remordimiento  del  héroe  en  conflicto  con  el  orden  social



                   burgués excelente, y en obligarle a reconocer las costumbres y con­


                  vencionalismos  de  la  sociedad,  al  menos  como  reglas  del  juego.


                   Werther  es  todavía  la  personalidad  excepcional  a  la  que  el  poeta


                  concede  de  antemano el  derecho a rebelarse  contra el  mundo des­



                  considerado y prosaico;  Wilhelm  Meister,  por el  contrario,  termi­


                   na sus años de aprendizaje con la idea de que hay que adaptarse al


                   mundo en que uno se encuentra. La realidad exterior carece de sen­



                   tido y de alma en mayor medida porque se ha vuelto más mecáni­


                  ca y más autárquica, y la sociedad, que era hasta ahora el medio na­


                   tural del individuo y su único campo de actividad, ha perdido toda



                   su significación y todo su valor desde el punto de vista de sus  ob­


                   jetivos  más elevados, pero,  sin embargo, la necesidad de adaptarse


                  a ella, de vivir en ella y para ella,  se ha hecho más fuerte.


                             La politización de la sociedad, que comenzó con la Revolución



                   francesa, alcanza su punto culminante bajo la Monarquía de Julio.


                   1.a contienda entre el liberalismo y la reacción,  la lucha por conci­


                   liar las conquistas revolucionarias con los intereses de las clases pri­



                   vilegiadas, continúa y se extiende a todos los campos de la vida pú­


                   blica.  El capital financiero  triunfa sobre la propiedad territorial, y


                   t unto la aristocracia feudal como la Iglesia dejan de desempeñar un


                   papel  político  de  importancia decisiva;  los  elementos  progresistas



                  csrán frente a los banqueros y fabricantes. El antiguo antagonismo


                   político y social  no se ha mitigado en modo alguno, pero las posi-


                   t tones se han desplazado. Las contradicciones más profundas se dan


                   ahora entre el capitalismo industrial, de un lado, y los jornaleros y







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