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Naturalismo  e  impresionismo







              el  mundo:  la aristocracia y  la burguesía,  la sociedad  mundana y  la


              intelectualidad,  jóvenes  y  viejos,  hombres  y  mujeres,  señores  y



              criados. La Presse comienza la serie de sus folletines con la publica­


              ción de obras  de Balzac, el cual  la abastece entre  1837  y  1847  con


              una novela cada año,  y de  Eugenio  Sue,  que  le  cede  la mayoría de


              sus  obras.  El  Stecle  juega  contra  los  editores  de  La  Presse  la  carta



              de  Alexandre  Dumas, del  que Los  tres mosqueteros alcanza  un  éxito


              enorme  y  proporciona  al  periódico  considerables  ganancias.  El


              Journal des Débats debe su popularidad,  ante todo,  a Los misterios de



              París,  de  Eugéne  Sue,  que  desde  la  publicación  de  esta  novela  es


              uno de  los autores  más  buscados y mejor pagados.  El  Constitution-


              nel  le  ofrece  cien  mil  francos  por  El judío  errante,  y  esta  oferta  es



              considerada en lo sucesivo como medida para los honorarios que se


               le  pagan.  Pero  los  ingresos  más  cuantiosos  los  obtiene  siempre


               Dumas,  que gana aproximadamente doscientos  mil  francos  al  año



              y al que La Presse y el Constitutionnel pagan 63.000 francos por dos­


              cientas  veinte  mil  líneas  anuales.  Para  satisfacer  la  inaudita  de­


               manda,  los  autores  populares  y  buscados  se asocian  con  los  brace­


              ros  literarios,  que  les  prestan  un  servicio  incalculable  en  la



              reelaboración  de  productos  en  serie.  Surgen  así  fábricas  literarias


              completas  y  las  novelas  son  producidas  casi  mecánicamente.  En


              una vista judicial se demuestra que Dumas publica con su nombre



              más de lo que hubiera podido escribir si hubiera estado trabajando


              día y noche sin interrupción. En efecto, emplea a setenta y tres co­


              laboradores,  y  entre  ellos  un  tal  Auguste  Maquet,  al  que  permite


              trabajar con absoluta independencia.  La obra literaria se  convierte



              en  «mercancía»  en el  sentido  más absoluto de la palabra;  tiene su


              tarifa de precios,  se  confecciona  según  modelo y  se  entrega en  fe­


              cha fija.  Es  un artículo comercial por el  que se  paga un precio, el



              precio que vale, el que ha de reportar. A ningún editor se le ocurre


              pagar al señor Dumas o al señor Sue más de lo que debe y puede pa­


              gar, y a los autores de novelas por entregas no se  les  «paga con ex­


              ceso»,  como  no  se  hace  con  los  artistas  cinematográficos  de  hoy



              tampoco; los precios se rigen por la demanda y no tienen nada que


              ver con el  valor artístico del producto.


                        La  Presse y el Stecle son  los  primeros  diarios  que publican  no­







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