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Naturalismo e impresionismo







            rriente dominante ya no es el l’art pour l’art de Théophile Gautier y


            Gérard de Nerval. Ya no se es romántico en el sentido antiguo, aje­



            no  al  mundo,  místico  y  mixtificador.  El  romanticismo  continúa


            existiendo,  pero  transformado  y  reinterpretado.  La  tendencia anti­


           clerical  y  antiiegitimista,  que podía ser advertida ya a finales  de la



            Restauración, se convierte en una filosofía revolucionaria. La mayo­


            ría de los románticos se desprenden del  «arte puro»  y se pasan a las


            filas  de  Saint-Simon  y  Fourier  22.  Las  personalidades  dirigentes


           -H ugo, Lamartine, George Sand- hacen profesión de un activismo



            artístico y se ponen al servicio del arte «popular» exigido por los so­


            cialistas.  El  pueblo  ha triunfado,  y  ahora  se  trata de  dar  expresión


            también en el  arte al  cambio revolucionario.  No sólo George Sand



            y  Eugéne  Sue  se  vuelven  socialistas;  no sólo  Lamartine  y  Hugo  se


            entusiasman  con  el  pueblo;  también  escritores  como  Scribe,  Du­


            mas,  Musset,  Mérimée  y  Balzac  coquetean  con  las  ideas  socialis­


            tas 23.  Sin embargo, este coqueteo termina pronto; pues así como la



            Monarquía  de  Julio  se  aparta  de  los  objetivos  democráticos  de


            la Revolución y se convierte en un régimen de burguesía conserva­


            dora, así también los románticos se desprenden del socialismo y re­



            toman a su concepción artística anterior, aunque modificándola. Fi­


            nalmente,  no  queda  ni  un  solo  poeta  importante  fiel  al  ideal


            socialista,  y  por el  momento parece perdida  la causa  del  «arte  po­


            pular». En el arte romántico se opera un apaciguamiento interno; se



            vuelve  más  burgués  y  más  disciplinado.  Bajo  la  dirección  de  La­


            martine,  Hugo, Vigny y Musset surge, por una parte,  un romanti-


            cjsmo conservador y académico, y, por otra, un romanticismo de sa­



            lón  elegante.  Es  vencida  la  violenta  y  poderosa  rebelión  de  los


            pri meros  tiempos,  y la burguesía acepta entusiasmada este  román-


            t icismo en parte sujeto a restricciones académicas y al mismo tiem­


            po casi  «clásico»  en  su visón,  y  en parte  fundido  con  el  dandismo



            de los discípulos de Byron  24.  Sainte-Beuve, Villemain y Buloz son


            las  máximas autoridades, y el Journal des Débats y  la Revue des Deux






                     22  H. J.  Hunt, Le socialisme et le romantisme en France,  1935, págs.  195»  340.


                          Ibid,  págs.  203  sígs.;  A lbert  Cassagne,  La  Théorie de  l'art pour  l ’art  en  France,

            1006, págs.  61-71.

                     24  Cf.  Edmond  Es té ve, Byron et le romantismefranjáis,  1907, pág.  228.





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