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Historia social de  la  literatura y el  arte







                           sólo  según  la  situación  histórica  y  sociológica  en  que  uno  se  en­



                           cuentre,  sino  también según  los  elementos  que  de  la compleja es­


                           tructura del  arte se consideren.  La obra de arte ha sido comparada


                           a una ventana a través de la que se puede contemplar la vida sin te­


                           ner en  cuenta  la estructura,  la transparencia y  el  color  de  los  cris­



                           tales  de  la ventana  28.  Según  esta analogía,  la obra de arte  aparece


                           como un mero instrumento de observación y de conocimiento, esto


                           es,  como un cristal o una lente que es  en sí indiferente y sólo sirve



                           como medio para un fin.  Pero lo mismo que se puede concentrar la


                           mirada sobre la estructura del cristal de la ventana sin ocuparse del


                           cuadro que se ofrece del otro lado de ella, la obra de arte puede ser


                           considerada  también  como  una  estructura  formal  independiente,



                           como una entidad coherente y significante, completa y perfecta en


                           sí misma, y en la que todo trascender, todo «mirar por la ventana»,


                           perjudica a  la comprensión de  su  coherencia espiritual.  El  sentido



                           de  la  obra de  arte  oscila constantemente  entre  estos  dos  aspectos:


                           entre un ser inmanente, separado de la vida y de toda realidad más


                           allá de la obra,  y una función determinada por la vida, la sociedad


                           y las  necesidades prácticas.  Desde el punto de vista de la experien­



                           cia  estética  directa,  ia  autonomía  y  la  autosuficiencia  parecen  la


                           esencia de  la obra de  arte,  pues  sólo en cuanto que  se separa de  la


                           realidad y la sustituye completamente,  sólo en cuanto que  consti­



                           tuye  un  cosmos  total y  perfecto  en  sí es  capaz  de  suscitar  una ilu­


                           sión perfecta.  Pero esta ilusión no es en modo alguno el contenido


                           total del arte, y con frecuencia no tiene siquiera participación en el


                           efecto que  produce.  Las  grandes  obras  de  arte  renuncian al  ilusio-



                           nismo engañoso de un  mundo estético cerrado en sí mismo y  van


                           más  allá  de  sí mismas.  Están  en  relación  directa  con  los  grandes


                           problemas  vitales  de  su  tiempo y  buscan  siempre  una  respuesta a



                           estas preguntas:  ¿cómo se puede hallar un sentido a la vida huma­


                           na?  ¿Cómo podemos  nosotros participar de este sentido?  •


                                     La paradoja más  inexplicable  de la obra de arte es  que parece


                           existir y al  mismo tiempo  no existir para sí misma;  parece que  se



                           dirige  a un  público  concreto,  histórica  y  sociológicamente  condi-







                                     20  J,  Ortega y Gasset, La deshumanización del arte,  1925, pág.  19.






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