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Historia social de la literatura y el arte
su estructura esencialmente picaresca, una crítica de la extravagan
te novela de caballerías, incluso en su aspecto formal. Pero el cam
bio decisivo hacia la unificación y la simplificación de la forma no
velesca no se da hasta el clasicismo francés. Es cierto que La princesa
de Cleves es un ejemplo aislado, pues la novela pastoril y heroica del
siglo XVII pertenece todavía a las historias de aventuras de la Edad
Media, con su acumulación de episodios como un alud; pero con la
obra maestra de Madame de La Fayette se realizó y se convirtió en
una posibilidad, realizable en cualquier momento, la idea de la «no
vela amorosa» de acción homogénea, dramáticamente agudizada,
así como ia del análisis psicológico de un único conflicto. La nove
la de aventuras representa ya en lo sucesivo sólo una literatura de
segunda línea; está fuera de los límites del arte representativo y
disfruta de las ventajas de la insignificancia y la irresponsabilidad.
Le Grand Cyrus y Astrea constituyen principalmente la lectura de la
aristocracia cortesana, es cierto; pero ésta las lee, por así decirlo, en
privado, y se abandona a su deleite como si fuera un vicio, o, al fin
y al cabo, como a una debilidad: de la que no hay razón para enor
gullecerse. En su oración fúnebre de Enriqueta de Inglaterra, Bos-
suet cita como un elogio el que la difunta no se preocupara de las
novelas de moda ni de sus absurdos héroes; esto era suficiente para
hacerse una idea de cómo era juzgado en público este género. Pero
la aristocracia, cuando se trataba de sus deleites privados, no se de
jaba guiar por las reglas artísticas clasicistas, sino que se entregaba
al placer de aventuras y extravagancias con el desenfreno habitual
en ella.
También la novela del siglo XVIII pertenece en su mayor par
te al género picaresco y difuso. No sólo G il Blas y Le Diable boi-
teaux, sino también las novelas de Voltaire, a pesar de su tamaño
limitado, están construidas en forma episódica, y Gulliver o Robin-
son son la encarnación completa del principio de la adición. Inclu
so Manon Lescaut, La vida de Mariana y Las amistades peligrosas re
presentan todavía formas de transición entre las antiguas novelas
de aventuras y la novela amorosa, que se convierte paulatinamente
en el género que marca la pauta y comienza a dominar la literatu
ra del prerromanticismo. Con Clarissa Harloive, La nueva Eloísa y
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