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Rococó, clasicismo y  romanticismo







                   nodo  de  transición  y  transformación.  Como  novelista  se  adhiere


                   por  completo  a  la  dirección  progresista  burguesa,  pero  como  co­



                   mediógrafo  reviste  sus  observaciones  psicológicas  todavía  con  las


                   viejas formas de las obras de intriga. La novedad, sin embargo, está


                   en que el amor, que  hasta ahora desempeñaba siempre en  la come­


                   dia un papel accesorio,  pasa al  centro de la acción í4,  y, con  la con­


                   quista  de  esta  última  posición  importante,  completa  su  entrada



                   triunfal en la nueva literatura; esta evolución hay que agradecerla a


                   la circunstancia de que  ahora también  las  figuras de  la comedia se



                   tornan  más  complicadas, y el amor mismo adquiere una figura tan


                   distinta  que  los  cómicos  rasgos  que  tenía  en  la  comedia  en  nada


                   perjudican  su  seriedad  y  su  sublimidad.  Pero  es  nuevo  sobre  todo


                   en  Marivaux como escritor  de  comedias  el  afán  de  describir  a  sus



                   personajes  como  socialmente  condicionados  y  dirigidos  por  la  di­


                   námica directa de su situación social  35.  Pues así como en  las figu­


                   ras de  Moliere,  si  bien  están enamoradas,  no es  su  enamoramiento



                   el  motivo  en  torno  al  que giran  las  obras,  así  también  es  eviden­


                   te el condicionamiento social de su naturaleza, pero nunca es éste el


                   origen  del  conflicto  dramático.  En  El juego del amor y  del azar,  de


                   Marivaux,  por  el  contrario,  toda  la  acción se  mueve  en  torno a  un



                   juego con las apariencias sociales, es decir en tomo a la cuestión de


                   si  las figuras principales son efectivamente los criados, de lo que se


                   han  disfrazado,  o lo son los señores, que  encubren  serlo.



                             A Marivaux se lo ha comparado frecuentemenle con Watteau,


                   y  la  semejanza  de  su  elocución  ingeniosa y  picante  sugiere  efecti­


                   vamente la comparación. Pero ambos nos sitúan ante el mismo pro­


                   blema sociológico-artístico,  pues,  aunque  ambos  se  expresan  en  la



                   más  completa consonancia con las  formas  mantenidas  por los  con­


                   vencionalismos de  la buena  sociedad,  sin  embargo ninguno  de  los


                   dos  alcanza el éxito que  debería esperarse.  Watteau fue durante su



                   vida  realmente  estimado  por  pocos,  y  Marivaux,  como  es  sabido,


                   fracasó  repetidas  veces  con  sus  obras.  Los  contemporáneos  encon­


                   traban su lenguaje complicado, rebuscado y oscuro, y calificaban de









                              M Émile Faguet, Dixhuit 'teme siecle,  1890,  pág.  123-

                                  Arthur Elósser, Das bürgerliche Drama.  1898,  pág.  65.





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