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Rococó, clasicismo y  romanticismo







                     para recordar que la fluidez, la facilidad y la elocuencia graciosa de



                     este arte son, al mismo tiempo, un triunfo de la observación y la re­


                     presentación  naturalistas.  Comparado  con  las  visiones  violentas  y


                     excitadas  del  Barroco,  que  inundan  tumultuosamente  los  límites


                     de  la existencia  normal,  todo  io que  engendra  el  rococó  da  la  im­



                     presión de  débil,  nimio y  frívolo,  pero  no  hay  ningún  maestro del


                     Barroco que maneje el pincel con tanta facilidad y seguridad como


                     Tiépolo, Piazzetta o Guardi.  El  rococó  representa  la última fase de



                      la  evolución  que  arranca  del  Renacimiento  y  lleva  a  la  victoria  el


                     principio  dinámico,  liberador  y  disolvente  con  que  comenzó  esta


                      evolución  y  que  constantemente  se  había  pronunciado  contra  el


                      principio de la estática, de lo convencional y de lo normativo. Pero



                      hasta el  rococó no se impone la voluntad artística del Renacimien­


                      to de manera definitiva; con ella consigue la representación objeti­


                      va de  las  cosas  aquella  exactitud  y  aquella facilidad  que el  natura­



                      lismo moderno se ha  impuesto como  meta.


                                 El arte burgués, que comienza después del rococó y en parte a


                      la mitad de él, es ya algo esencialmente nuevo, completamente dis­


                      tinto del  Renacimiento y de los períodos artísticos inmediatamen­



                      te subsiguientes.  Con él comienza nuestra época cultural presente,


                       la cual está condicionada por la ideología democrática y por el sub­


                       jetivismo,  y  se  relaciona  inmediatamente,  desde  el  punto  de  vista



                       histórico evolutivo, con las culturas de minorías del Renacimiento,


                       del Barroco y del rococó, pero se opone a ellas en sus principios. Las


                       antinomias del Renacimiento y de  los estilos artísticos dependien­


                       tes de él, la antítesis del rigorismo formal y del antiformalismo na­



                       turalista, de la tectónica y  de  la disolución pictórica, de  la estática


                       y de la dinámica, son sustituidas ahora por el antagonismo entre ra­


                       cionalismo y  sentimentalismo,  materialismo  y  esplritualismo,  cla­



                       sicismo  y  romanticismo.  Las  anteriores  antítesis  pierden  en  gran


                       parte  su  sentido,  pues  ambos  órdenes  de  conquistas  artísticas  del


                       período  renacentista  se  han  hecho  indispensables;  la precisión  na­


                       turalista de  la  representación  resulta  tan  natural  como  la armonía



                       en  la  composición  de  los  elementos  en  una  pintura.  La  verdadera


                       cuestión ahora es si  se da la preferencia al  intelecto o al sentimien­


                       to, al mundo objetivo o al yo, a la reflexión o a la intuición. El mis­







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