Page 35 - Hauser
P. 35

Historia  social  de ia literatura y  el  arce







                       mo  rococó prepara la nueva alternativa en la que se descompone el



                      clasicismo del  Barroco  tardío,  y  con  su  estilo  pictórico,  con  su  re-


                       ceptibilidad  pintoresca  y  su  técnica  impresionista  crea  un  instru­


                       mento que es  mucho más adecuado a la expresión del sentimiento


                       del arte burgués que al  idioma del Renacimiento y del Barroco. La



                       misma capacidad  expresiva de este  instrumento conduce a la diso­


                       lución del  rococó, que propiamente está en la más aguda oposición


                       al  sentimentalismo  y  al  irracionalismo.  Sin  esta  dialéctica  de  los



                       medios  y  las  intenciones  originales,  que  se  desarrollan  más  o  me­


                       nos  automáticamente,  es  imposible  comprender el  sentido del  ro­


                       cocó;  hasta que  no  se  lo  considera como resultado de esta antítesis



                       que corresponde al antagonismo de la sociedad contemporánea y que


                       lo hace mediador entre el Barroco cortesano y el prerromanticismo


                       burgués,  no se  hace justicia a su compleja  naturaleza.



                                 La cultura epicúrea del  rococó, con  su sensualismo  y  su este­


                       ticismo, está entre el estilo ceremonial del  Barroco y el  lirismo ro­


                       mántico. La nobleza cortesana glorificaba todavía bajo Luis XIV un


                       ideal  de vida heroico y  racional, aunque en  realidad  no vivía en  su



                       mayor parte sino para sus placeres.  La  misma  nobleza profesa bajo


                       Luis  XV  un  hedonismo  que  corresponde  también  al  concepto  del


                       mundo y al  tono  de vida de  la  rica burguesía.  La expresión de Ta-



                       lleyrand -«Q uien  no ha vivido  antes de  1789  no conoce  la dulzu­



                       ra de la vida»—puede darnos una idea de la existencia que llevaban

                       estas clases sociales. Por  «dulzura de la vida»  se entiende,  natural­


                       mente,  «la dulzura de  las  mujeres»; ellas son,  como en toda cultu­



                       ra epicúrea, la diversión preferida. El amor ha perdido tanto su  «sa­


                       ludable»  impulsividad  como  su  dramático  apasionamiento;  se  ha


                       hecho refinado, divertido, dócil, y ha pasado de ser una pasión a ser



                       una  costumbre.  Se  quiere  siempre  y  sobre  todo  ver  desnudos;  el


                       desnudo viene a ser el tema preferido de las artes plásticas.  Donde­


                       quiera que se mire,  en los frescos de las  estancias palaciegas, en los


                       gobelinos de los salones,  en las pinturas de ios boudoirs,  en  los gra­



                       bados  de  los  libros,  en  los  grupos  de porcelana  y  en  las  figuras  de


                       bronce de las chimeneas, se ven por todas partes mujeres desnudas,


                       turgentes  muslos y caderas,  senos  al aire, brazos y piernas en abra­



                       zo  estrecho,  mujeres  con  hombres,  y  mujeres  con  mujeres,  en  va-






                                                                                            40
   30   31   32   33   34   35   36   37   38   39   40