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Historia social  de  la  literatura  y el  arte







                       llevar a cabo comunes  empresas  de piratería.  Los caminos  se  sepa­



                       ran  sólo cuando el  capitalismo comienza a seguir métodos  más  ra­


                       cionalistas y la Corona no necesita ya la ayuda de la burguesía en su


                       lucha  contra  la  nobleza  quebrantada.  Los  Estuardos,  envalentona­



                       dos  por el  ejemplo del  absolutismo continental  y  esperando  tener


                       un aliado en el Rey de Francia, perdieron frívolamente la lealtad de


                       la clase media y el apoyo del Parlamento,  rehabilitaron a la antigua


                       nobleza feudal convirtiéndola en  nobleza cortesana y establecieron



                       un  nuevo predominio para esta clase  social,  con  la que  estaban  li­


                       gados  por  sentimientos  más  fuertes  e  intereses  más  permanentes


                       que con los camaradas de lucha de sus predecesores, procedentes de



                       las  filas de la burguesía y de la nobleza  liberal.  Hasta  1640 disfru­


                       tó  la  nobleza  feudal  de  considerables  privilegios,  y  el  Estado  no


                       sólo se  cuidó de  la continuación  de  los  latifundios, sino que  buscó


                      asegurar  a  los  grandes  propietarios  de  tierras  una  parte  en  el  pro­



                       vecho de  las  grandes  empresas  capitalistas  a  través  de  monopolios


                      y de otras formas de proteccionismo.  Y esta práctica precisamente


                      se convirtió en algo fatal para el sistema.  Las clases  sociales econó­



                      micamente  productoras  no  estaban  dispuestas  en  modo  alguno  a


                       repartir sus beneficios con los favoritos  de  la Corona y protestaron


                      contra el  intervencionismo en  nombre de  la  libertad  y de  la justi­


                      cia, para seguir todavía con esta consigna en los labios cuando ellos



                      mismos se habían convertido ya en beneficiarios de los privilegios


                      económicos.


                                 Apenas hay -com o hace notar Tocqueville- una cuestión rela­



                      tiva a la vida política que  no esté relacionada con  la exigencia o la


                      concesión de  impuestos.  Estas cuestiones predominaron  en  la vida


                      pública en  todo  momento en  Inglaterra  desde  la Edad  Media y  se


                      convirtieron  en  el  siglo  XVII  en  motivo  inmediato  de  los  movi­



                      mientos  revolucionarios.  La  misma  burguesía  que  concedió  im­


                      puestos  a los  Tudor sin  resistencia alguna,  y  que  en  los  años  de la


                      guerra civil estaba dispuesta a sostenerlos en mayor medida, los de­



                      negó a Carlos  I por su política reaccionaria, perjudicial para la cla­


                      se media. Cuando jacobo II, una generación más tarde, llamó en su


                      auxilio al  municipio de  la ciudad  de Londres  contra Guillermo de


                      Orange,  los ciudadanos de Londres  le negaron su ayuda y prefirie­







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