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Rococó,  clasicismo  y  romanticismo







                   lo que significa un círculo  relativamente amplio que compra y lee



                   libros  de  manera  regular  y  asegura de  este  modo  a  un  cierto  nú­


                   mero de  escritores  una forma de vida  independiente  de  obligacio­


                   nes personales.  La existencia de este público está  condicionada so­



                   bre  todo  por  la  aparición  de  la  burguesía  acomodada,  que  rompe


                   las prerrogativas culturales de la aristocracia y  manifiesta por la li­


                   teratura  un  vivo  interés, constantemente creciente.  Los  nuevos  fo­


                   mentadores  de  la cultura no  muestran ninguna personalidad  indi­



                   vidual  que  sea  suficientemente  rica  y  ambiciosa  como para  poder


                   actuar de mecenas, pero son bastante numerosos como para garanti­


                   zar al  mantenimiento de  los escritores  la  necesaria venta de  libros.



                   La objeción a la explicación de la existencia de este público por la pre­


                   sencia de una clase  media influyente económica y políticamente, y


                   el argumento de  que  la significación de  la  burguesía era ya efecti­


                   va en el siglo XVII, y, por lo tanto, su función de portadora de cul­



                   tura en  el  XVIII,  no  se puede  derivar simplemente  de su  realzada


                   situación  social  4\   se  pueden  desvirtuar  fácilmente.  En  el  siglo


                   XVII la cultura artística, sobre todo como consecuencia de los sen­



                   timientos puritanos de la burguesía, estaba limitada a la aristocra­


                   cia cortesana.  Los  círculos  no cortesanos  abandonaron espontánea­


                   mente  la función que habían desempeñado en  la cultura isabelina;



                   lo primero  que  tenían  que  hacer era conquistar de  nuevo  su pues­


                   to en la vida cultural, es decir recorrer un camino que desde su ele­


                   vación económica y social  sólo podían  seguir a cierta distancia.  La


                   prosperidad  de  la burguesía necesitaba acrecentarse y  consolidarse



                   primero para convertirse  en la base de  un  caudillaje cultural.


                             Finalmente, la misma nobleza debía adoptar determinados as­


                   pectos  de  la  concepción  burguesa  del  mundo  para  formar  con  la



                   burguesía  una clase cultural  uniforme  y  fortalecer  lo  suficiente al


                   nuevo público lector, lo cual no pudo ocurrir hasta que no hubo co­


                   menzado su participación en  la vida de  negocios de  la  burguesía.


                             La  antigua  aristocracia  cortesana  no  constituyó  un  público



                   lector.  Es verdad que de alguna manera se preocupaba por sus poe­


                   tas,  pero no  los consideraba productores  de  bienes  indispensables,







                             11  H erbeit Schoffler, Protestantismus und Literatur,  1922,  pág.  181,






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