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Rococó, clasicismo y romanticismo
ron poner a disposición del intruso los medios necesarios para con
seguir el triunfo. Con esto comenzó aquella alianza entre la mo
narquía y las clases comerciantes que aseguró en Inglaterra la vic
toria del capitalismo y la continuación de la monarquía i7. Los
restos del feudalismo, de los que Francia sólo un siglo más tarde
pudo verse desembarazada, fueron destruidos en Inglaterra ya en el
período revolucionario, entre 1640 y 1660; pero la revolución era
aquí como allí una lucha de clases en la que las clases que estaban
ligadas al capital defendían sobre todo sus intereses económicos
contra el absolutismo, la mera propiedad territorial y la Iglesia 3íi.
La gran lucha que dominó la vida política de los siglos XVII y
XVIII se desenvolvía en Inglaterra entre la Corona y la nobleza cor
tesana, de una parte, y las clases interesadas en el capitalismo, de
otra, pero en realidad estaban enfrentados tres grupos distintos,
económicamente antagonistas: los grandes latifundistas, la bur
guesía coligada con la nobleza de ideas capitalistas, y los ya de por
sí muy complejos grupos de pequeños industriales, jornaleros de
las ciudades y campesinos. Pero de esta última categoría no se ha
blaba demasiado en el siglo XVIII ni en el Parlamento ni en la li
teratura.
El Parlamento que se congregó después de 1688 no era, en
modo alguno, una «representación del pueblo» en el sentido que
hoy damos a la expresión. Su tarea consistía en la implantación del
capitalismo sobre las ruinas del orden feudal y en la estabilización
del predominio del elemento económicamente productivo sobre
las clases parasitarias, simpatizantes con el absolutismo y con la
jerarquía eclesiástica. La revolución no tuvo como consecuencia
una nueva distribución de la propiedad económica, pero creó el
derecho a la libertad, que benefició finalmente a toda la nación y
a todo el mundo civilizado. Pues incluso aunque estos derechos en
un principio sólo podían usarse de manera imperfecta, significa
ban, sin embargo, el fin del poder real absoluto y el inicio de una
evolución que llevaba en sí el germen de la democracia. El Parla
Paul Mantoux, La Revoluti on industrielle au XVIIT siecle, 1906, pág. 78.
38 The English Revolution, 1640. Three Essays, ed. por Chriscopher Hill, 1940, pág, 9-
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