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Historia social de  la  literatura  y  el arte








                             mentó  quería,  sobre  todo,  ejercer  una  influencia  conservadora,


                             esto es,  crear  unas  condiciones en  las  que  las  elecciones  siguieran


                             dependiendo de la propiedad  territorial económicamente orienta­



                             da y  del  capital  comercial  aliado  con  ella.  El  antagonismo  entre


                             los  whigs y  los  tories  era,  dentro  de  la  comunidad  de  intereses  de


                             las  clases  representadas  en  el  Parlamento,  un  conflicto de  segun­



                             do orden.  Fuera el  que  fuera  de  los  dos  partidos  el  que  llevara  el


                             timón,  la vida política estaba dirigida por la aristocracia,  que  in­


                             fluía en  las elecciones de  manera definitiva y hacía a la burguesía


                             satélite  suyo.  Cuando  el  poder  pasaba  de  los  tories  a  los  whigs,  el



                             cambio  significaba  simplemente  que  la  administración  favorecía


                             al  comercialismo  y  a  los  disidentes  con  preferencia ai  mero  lati-


                             fundismo y a la Iglesia anglicana;  pero el gobierno parlamentario



                             era antes  y  después  predominio  de  una  oligarquía.  Los  whigs  de­


                             seaban  tan  poco  un  Parlamento  sin  monarquía  y  sin  privilegios


                             nobiliarios como los tories una monarquía sin Parlamento.  N ingu­


                             no de ellos  imaginaba el Parlamento como una corporación de re­



                            presentación popular;  lo consideraban solamente como la garantía


                            de sus privilegios contra la Corona. Y el Parlamento mantuvo du­


                             rante  todo  el  siglo  XVIII  este  carácter  clasicista.  El  país  estuvo



                            gobernado  alternativamente  por  un  par  de  docenas  de  familias


                            whigs y  tories,  que, con sus primogénitos en  la Cámara de  los  Lo­


                            res  y  sus  otros  hijos  en  los  Comunes,  monopolizaron  la  política.


                            Dos tercios de los miembros del  Parlamento eran de simple nom­



                            bramiento, y el resto era elegido por no más de  160.000 electores,


                            cuyos votos, además, podían  en parte comprarse.  El censo, que li­


                            gaba  el  derecho  a  la  elección  principalmente  a  una  renta  prove­



                            niente  de  la propiedad  territorial,  aseguraba  de  antemano  el  do­


                            minio  del  Parlamento  a  las  clases  terratenientes.  Pero,  a pesar de


                            la  limitación  en  el  derecho  de  elección,  de  la  compra  de  votos  y


                            de  la corrupción  de  los  miembros  del  Parlamento,  Inglaterra  era



                            ya  en  el  siglo  XVIII  una  nación  moderna  que  se  había  ido  libe­


                            rando gradualmente de  los restos de la Edad  Media.  Sus ciudada­


                            nos  disfrutaban  positivamente  de  una  libertad  personal  descono­



                           cida  todavía  en  el  resto  de  Europa;  y  los  mismos  privilegios


                           sociales, que se apoyaban aquí en la posesión de tierras y no, como






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