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Rococó,  clasicismo y  romanticismo







                    paganda hecha desde el pulpito, las novelas de Defoe y Richardson


                   apenas hubieran alcanzado la popularidad que les cupo.



                              Hacia la mitad de siglo el  número de lectores crece a ojos vis­


                    tas;  aparecen  cada vez  más  libros,  que,  a juzgar por  la prosperidad


                    del  negocio de librería, debieron de encontrar compradores.  Hacia



                    el fin de siglo la lectura es ya una necesidad vital para las clases su­


                    periores, y la posesión de libros -com o se ha hecho observar- es, en


                    los  círculos  que Jane  Austen  describe,  una  cosa  tan  natural  como


                    sorprendente hubiera sido en el  mundo de  Fielding  49.  De los  me­



                    dios  culturales  que  hacen  crecer  el  nuevo  público  lector,  los  más


                    importantes  -la  gran  invención  de  la  época-  son  los  periódicos,


                    que vienen difundiéndose desde el principio del siglo.  De ellos ex­



                    trae la  burguesía su  educación,  tanto  literaria como social,  que en


                    ambos casos está todavía regida por los preceptos de la aristocracia.


                   También, por otra parte,  la aristocracia ha cambiado  mucho desde



                    los días de su poder absoluto y ha aprendido la lección de la victo­


                    ria del pensamiento urbano  burgués  sobre el  cortesano.  La tensión


                    entre  las  formas  de  sentir  y  pensar  de  la  aristocracia  y  de  la  bur­


                   guesía continúa todavía existiendo largo tiempo,  naturalmente. La



                    mentalidad  de  la  aristocracia,  desaprensivamente  intelectualista,


                    escépticamente  superior,  no desaparece de un  día para otro; por el


                    contrario, se deja sentir reiteradamente en el estilo afectado y en la



                    estoica filosofía moral de los periódicos  burgueses.


                              En  la  literatura domina el gusto  cíasicista mucho  más  tiempo


                   que  en  la prensa;  aquí  imperan  el  ingenio y  la sutileza,  las  agudas



                   ocurrencias y la técnica virtuosista. La claridad de pensamiento y la


                   pureza de  lenguaje,  en  la forma  representada por  los  seguidores  de


                    Pope y por los Wits,  imperan aquí hasta la mitad de sigio como cua­


                   lidades  literarias  por  excelencia.  Por otra parte,  nada  es  más  típico



                   del  carácter  de  esta  cultura  todavía  medio  cortesana  y  medio  bur­


                   guesa que el sutil estrato intelectual  de estos  literatos y aficionados


                   que pretenden diferenciarse de los comunes  mortales por su educa­



                    ción clásica, su gusto descontentadizo y su ingenio juguetón y vani­


                   doso.  Cómo  desaparecen  luego  estos  intelectuales  paulatinamente;







                                 A.  S.  Collins,  The Profession of Letters,  1928, pág.  38.






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