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Historia social de la literatura y el arte
cómo ciertas propiedades de su hábito intelectual se convierten en
premisas naturales de la educación literaria, y otras, por el contrario,
parecen tan ridiculas; cómo, sobre todo, el ingenio juguetón es des
plazado por el saludable sentido común, y la elegancia formal por el
sentimiento directo, es cosa del desarrollo posterior y de la emanci
pación total del espíritu burgués en la literatura. Finalmente cede
completamente la tensión entre las dos direcciones, y la literatura
burguesa no esrá ya en oposición a la que podría ser designada como
cortesana. Naturalmente, con esto no cesa toda tensión y, por lo tan
to, no predomina en la literatura en modo alguno un único y unáni
me gusto. Más bien se prepara una nueva oposición, una tensión en
tre la literatura de la minoria cuita y la del común público lector, y
se hacen perceptibles ya deslices del gusto en los que pueden reco
nocerse las debilidades de la literatura de entretenimiento posterior.
El Tatler, de Steeie, que comienza a aparecer en 1709; el Spec-
tator, de Addison, que ha de sustituirle dos años más tarde, y los
«semanarios morales» que les siguen, son los primeros en crear
los presupuestos de la literatura que salva ia distancia entre el docto
y el lector adocenado más o menos culto, entre el aristócrata de bel
esprit y el sobrio burgués; esta literatura no es, por lo tanto, ni cor
tesana ni propiamente popular, y con su racionalismo estrecho, con
su rigor moral y su ideal de respetabilidad está a medio camino en
tre la mentalidad aristocrático-caballeresca y la burguesa puritana.
A través de estos periódicos, cuyas breves disertaciones seudocíen-
cíficas y disquisiciones éticas constituyen la mejor introducción a
la lectura de libros, comienza a acostumbrarse el público al disfru
te regular de literatura seria; a través de ellas se convierte la lectu
ra por primera vez en una costumbre y una necesidad de sectores
de la sociedad relativamente amplios. Pero estas revistas son ya en
sí producto de un desarrollo relacionado directamente con el cam
bio de la situación social del escritor. Después de la gloriosa Revo
lución, ya no es en la corte donde los autores encuentran sus pro
tectores; la corte en el viejo sentido ha dejado de existir y no vuelve
jamás a asumir su antigua función cultural50. El papel de los círcu
50 G. M. TreveLya.n, Englisb Social History, 1944, pág. 338.
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