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Historia  social de  la  literatura  y  el  arte







                    lación y de la Cámara de Comercio; Steele desempeña una función



                    similar en la Oficina del Timbre; Addison es nombrado Secretario


                    de Estado y se retira de sus cargos con una pensión de  1.600 libras;


                    a Granville, miembro de la Cámara de los Comunes, se le hace mi­



                    nistro  de  la  Guerra  y  tesorero  de  la  Casa  Real;  Prior  obtiene  un


                   puesto de embajador,  y a Defoe,  finalmente,  se le encargan  distin­


                    tas  misiones  políticas  yi.  Nunca  y  en  ninguna parte  han  sido  dis­


                    tinguidos  tantos  escritores  con  tan  altos  puestos  y  dignidades



                    como en Inglaterra a principios del siglo XVIII.


                              Esta  situación  excepcionalmente  favorable  para  los  autores


                    alcanza su culminación  en  los  últimos años  de gobierno de  la rei­



                    na  Ana y cesa completamente  con  la llegada de  Walpole al poder


                   en  1721.  El paso del poder a manos de  los whigs crea unas condi­


                   ciones en las que los escritores resultan inútiles para el gobierno y


                   acarrea un fin  repentino al  patronazgo político.  El  poder del  par­



                    tido  gobernante  aparece  tan  sólido  que  éste  puede  prescindir  de


                   toda propaganda, y la influencia de los tories es nuevamente tan es­


                   casa que  no  pueden  indemnizar a  los  escritores  por  sus  servicios.



                   Walpole,  que  no  tiene  relación personal  con  la  literatura,  no  en­


                   cuentra  tampoco  dinero' sobrante  ni  puestos  disponibles  para  los


                   autores.  Los  cargos  más  lucrativos  deben  entregarse  a  los  diputa­


                   dos, cuyo apoyo se necesita en el Parlamento, o a los distritos elec­



                   torales  a  los  que  se  quiere  recompensar.  Se  ha  comprobado,  sin


                   embargo,  que  si  hay  muchos  escritores  satisfechos,  siempre  hay


                   descontentos,  y  que  Halifax,  el  mecenas  más  generoso,  es  quien



                   tiene mayor número de enemigos Vl. Renace ahora la calma en tor­


                   no a los poetas y los literatos. Pope, Addison, Steele, Swift y Prior


                   se retiran de la capital y de la vida pública y continúan escribien­


                   do a lo sumo en su soledad campesina.  La situación económica de



                   los escritores jóvenes empeora a ojos vistas. Thomson es tan pobre


                   que  tiene que vender  un  canto de  sus Seasons para poder comprar


                   un  par de  zapatos,  y Johnson  lucha  también  en  sus  inicios  con  la



                   más  amarga  necesidad.  El  literato  ya  no  es  un  gentleman,  y  con








                                A.  Bel jame, op.  cit.f  págs.  229-23 2.

                                lbid,t  pág.  368.






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