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Rococó, clasicismo y romanticismo
los cortesanos como protectores de la literatura lo asumen los par
tidos políticos y los gobiernos dependientes de la opinión pública.
Bajo Guillermo III y Ana el poder está repartido entre los tories y
los whigs, y ambos partidos, en consecuencia, tienen que mantener
una continua lucha por la influencia política, lucha en la que no
pueden renunciar a la propaganda a través de la literatura. Los pro
pios escritores, quieran o no, han de encargarse de esta tarea, pues
to que ya la vieja forma del patronato está a punco de desaparecer,
y el libre mercado de libros no puede todavía apoyarse en un pú
blico numeroso, no habiendo fuera de la propaganda política una
fuente de ingresos que ofrezca garantías. Así como Steeie y Addi-
son se convierten en periodistas que directa o indirectamente re
presentan los intereses de los whigs, Defoe y Swift actúan como
panfletistas políticos y persiguen también con sus novelas objeti
vos políticos. La idea de l’art pour l’art, si hubieran sido capaces de
concebir semejante idea, hubiera sido para ellos una irresponsabi
lidad y una inmoralidad en sí. Robinson Crusoe es una novela con un
propósito social pedagógico, y Gulliver es una sátira de actualidad
críticosocial; ambas son, en el sentido estricto de la palabra, pro
paganda política y casi nada más que propaganda. No es probable
mente la primera vez que nos encontramos ante literatura militan
te con inmediatos objetivos sociales, pero «las balas de cañón de
papel» de Swift y sus contemporáneos hubieran sido inimaginables
antes de la introducción de la libertad de prensa y de la discusión
pública de las cuestiones políticas del momento. Ahora por prime
ra vez surgen como fenómeno social regular los escritores que ha
cen de su pluma, según la necesidad, un arma útil y la alquilan al
mejor postor.
La circunstancia de que ya no se enfrenten con un único po
der compacto, sino con dos partidos distintos, les hace relativa
mente independientes, pues ahora pueden elegir un patrón más o
menos correspondiente a sus inclinaciones 51. Pero si los políticos
los consideran simplemente como aliados, esto es en la mayoría de los
casos una ficción cuyo mantenimiento halaga y aprovecha a am
MA, Bel jame, op. cit., págs, 236, 350.
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