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Historia social  de  la literatura y el  arte







                         bitro  de  la  literatura  inglesa,  comenzó  su  carrera  como  peón  de



                         este  tipo.  Pope,  naturalmente,  no  se puede  encasillar en  ninguna


                         de estas categorías, y aparentemente permanece  libre de todo lazo


                         externo,  pero  en  realidad  está  al  servicio  de  aquella  aristocracia



                         que  se  suscribe  a  sus  libros  y  que  le  considera,  con  razón,  como


                         cosa  propia.  Con  la  reaparición  del  mecenazgo  privado  declina


                         nuevamente  la  consideración  pública  del  escritor  profesional,



                         como  lo demuestra la actitud  incluso de  hombres de  tan alta cul­


                         tura literaria como Horace Walpole y lord Chesterfield.  Las cono­


                         cidas palabras de  este  último:  «We,  my lords,  may thank Heaven


                         that  we  have  som ething  better  than  our  brains  to  depend



                         upon»  5<i,  caracterizan  de  la  manera  más  expresiva la opinión do­


                         minante.  Pero  también  una  parte  de  los  escritores  piensan  así,  y


                         quieren aparentar que escribir es una noble pasión a la que se en­



                         tregan.  Congreve,  ai  que  Voltaire  quería  considerar  un  gentleman


                         sobre  todo y  no  un escritor, pertenece a esta  categoría.


                                   En  la segunda mitad  de  siglo  desaparece  el  mecenazgo  total­



                         mente, y  hacia  1780 ningún escritor cuenta ya con el apoyo priva­


                         do. El número de poetas y literatos independientes que viven de su


                         pluma  aumenta  de  día  en  día,  así  como  el  número  de  gente  que


                         compra y  lee libros y  tiene con sus autores  una relación meramen­



                         te impersonal. Johnson y Goldsmith  escriben ahora sólo para tales


                         gentes. El editor sustituye al mecenas; la suscripción, a la que se ha


                        designado acertadamente como patronazgo colectivo, constituye la



                         transición  entre  ambos  57.  El  patronazgo  es  la  forma  puramente


                        aristocrática  de  relación  entre  escritor  y  público;  ia  suscripción


                        afloja  el  lazo,  pero  conserva  todavía  ciertos  aspectos  del  carácter


                        personal  de  aquella  relación;  la publicación  de  libros  para un  pú­



                        blico  general,  completamente  desconocido  para  el  autor,  corres­


                        ponde por vez primera a la estructura de la sociedad  burguesa que


                        descansa  en  la  anónima  circulación  de  bienes.  El  papel  mediador



                        del  editor  entre  el  autor  y  el  público  comienza con  la  emancipa­


                        ción  del  gusto  burgués  de  los  dictados  de  la  aristocracia  y  es  él





                                  M Nosotros, señores míos, debemos dar gracias al cielo por cener algo mejor en qué

                       apoyamos que nuestro cerebro.


                                  v Levín L.  Schücking,  The Sodology of Literary Tas te,  1944, pág.  14.





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