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Historia  social de  la  literatura y  el  arte







                      biera tenido relativamente pocos motivos para abandonar su gusto


                      tradicional  si  la  clase  media  no  le  hubiese arrebatado  la  dirección



                      cultural.  Tampoco  estaba  en  modo  alguno  preparada  ya  para  en­


                      cargarse de esta dirección y para participar en el emocionalismo de


                      las  clases  inferiores.  Pero,  como  sabemos,  frecuentemente  la  ten­


                      dencia dominante  de  una  época pone a su  servicio  también  aque­



                      llas  clases a las que amenazaba con  la destrucción.  Y precisamente


                      el siglo XVIII se ofrece como ejemplo clásico de este fenómeno. La


                      aristocracia desempeñó, como es sabido,  un papel descollante en la



                      preparación  de  la  Revolución  y  se estremeció  cuando  vio claro  lo


                      que  significaba  la victoria de aquélla.  Un papel semejante desem­


                      peñaron  las  clases superiores en  el  desarrollo  de  la cultura anticlá­



                      sica.  En  la asimilación y propagación  de  las  ideas de ia Ilustración


                      rivalizaron  con  la  clase  media  y  la  superaron  con  frecuencia;  la


                      mentalidad  irreverentemente  plebeya  e  irrespetuosa  de  Rousseau



                      fue  lo único que  les  hizo recobrar el  buen sentido, empujándolas a


                      la oposición.  La aversión  de Voltaire por Rousseau expresa ya esta


                     oposición de  la  élite social.  Pero en  la  mayoría de  las personalida­


                     des dirigentes se mezclan desde el primer momento los elementos



                     de la cultura racionalista y de la sentimental; su sensibilidad  inte­


                     lectual les hace relativamente indiferentes a los intereses de su pro­


                     pia clase social.  El desarrollo artístico, que  ya era  bastante hetero­



                     géneo  en  el  siglo  XVII,  se  vuelve  ahora  más  complicado  en  el


                     período  prerromántico,  y  muestra  en  ciertos  aspectos  un  cuadro


                     menos claro aún que en la etapa siguiente.  En el siglo XIX está ya


                     completamente dominado por la burguesía, en la que existen cier­



                     tamente profundas diferencias de riqueza, pero  no hay en absoluto


                     acusadas  diferencias  de  educación;  la  única  frontera  existente  se


                     alza entre  las clases que disfrutan los privilegios de la cultura y  las



                     que están completamente excluidas de ellos.  En el siglo XVIII, por


                     el  contrario,  la  aristocracia está,  lo mismo  que  la  burguesía,  divi­


                     dida  en  dos  campos;  en  ambos  hay  un  grupo  conservador  y  otro


                     progresista  que  se  encuentran  con  frecuencia,  pero  que  conservan



                     intacto su modo de ser.


                                El romanticismo es en sus orígenes un movimiento inglés, así


                     como  la  moderna  burguesía,  que  literariamente  tiene  ahora,  por






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