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Rococó, clasicismo y romanticismo
comerciantes e industriales), y una nueva clase trabajadora (el mo
derno proletariado industrial). La sociedad pierde su antigua dife
renciación de clases profesionales, y la nivelación, especialmente en
los estratos más bajos, es estremecedora. Artesanos, jornaleros,
campesinos desposeídos y desarraigados, trabajadores hábiles e in
hábiles, hombres, mujeres y niños: todos se convierten en meros
peones de una gran factoría que funciona mecánicamente y está re
glamentada como un cuartel. La vida pierde su estabilidad y con
tinuidad; todas sus formas e instituciones se desplazan y permane
cen en movimiento. La movilización de la sociedad está
condicionada sobre todo por la emigración a las ciudades. La limi
tación y la comercialización de la agricultura originan, por una
parte, la falta de trabajo; las nuevas industrias, por el contrario,
crean, por otra, nuevas posibilidades de trabajo; la consecuencia es
la despoblación de las aldeas y la superpoblación de las ciudades in
dustriales, que con sus moldes y su saturación representan una base
completamente incómoda y agobiante para la vida de las masas de
sarraigadas. Las ciudades semejan grandes campos de trabajo o cár
celes, son incómodas, sucias, insalubres y odiosas por encima de
todo lo imaginable 6\ Las condiciones de vida de las clases obreras
ciudadanas descienden a un nivel tan bajo que la existencia de los
siervos de la Edad Media parece idílica en su comparación.
La magnitud del capital necesario para la explotación de una
empresa industrial en condiciones de competir trae consigo la se
paración fundamental del trabajo de los medios de producción y
provoca la lucha entre capital y trabajo, característica de la situa
ción moderna. Y puesto que los medios de producción son accesi
bles sólo a los capitalistas, no le queda al trabajador otro recurso
que llevar al mercado su trabajo y dejar su existencia pendiente
completamente de la coyuntura del momento; en otras palabras,
colocarse en una situación en la que está amenazado por las fluc
tuaciones constantes de los salarios y por la falta periódica de tra
bajo. Pero no sólo sucumben en su lucha de competencia contra la
fábrica los jornaleros desposeídos, sino también los pequeños arte-
l
{> J. L. y B. Hammond, The Toivn Labourer (¡760-1832), 1925, págs. 37 sigs.
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