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Rococó,  clasicismo  y  romanticismo







                  la  oportunidad,  de  la  sistematización  y  el  cálculo,  que  ha  sido



                  i Iccisivo  desde  el  siglo  XV en  la economía de los pueblos prepon­


                  derantes,  se convierte ahora de principio predominante  en absolu-


                  i o.  El empresario se somete a este principio tan incondicionalmen-



                  te como  sus  trabajadores  y  empleados,  y  se  hace  tan esclavo  de  su


                  empresa como su  personal  6(\  La  elevación  del  trabajo a  la  catego­


                  ría de  fuerza ética, su glorificación y adoración,  no son  fundamen­


                  talmente otra cosa  que  la  transfiguración  de  la  aspiración  al  éxito



                  y al  provecho y  un  intento de excitar a una cooperación entusiasta


                  incluso a aquellos elementos que tienen  una participación mínima


                  en  el  fruto  de  su  trabajo.  La  idea  de  la  libertad  forma parte de  la



                  misma ideología.  Por la arriesgada naturaleza de su negocio, el em­


                  presario  debe  disfrutar  de  absoluta  independencia  y  libertad  de


                  movimientos; no puede ser molestado en su actividad por ninguna


                  intromisión  externa,  ni  debe  ser perjudicado por  ninguna medida



                  estatal  frente  a  sus  competidores.  En  la  victoria  de  este  principio


                  sobre las regulaciones medievales y mercantilistas se apoya la esen­


                  cia de  la  revolución  industrial  67.  Con  el  principio del  laissez-faire



                  comienza  realmente la economía moderna,  y  la idea de  la libertad


                  individual se impone por primera vez como ideología de este libe­


                  ralismo económico. Tales conexiones  no impiden que tanto  la idea


                  del trabajo como la de  la libertad evolucionen  hasta convertirse en



                  fuerzas  éticas  independientes  y  que  a  menudo  sean  interpretadas


                  en un sentido realmente idealista. Pero para no olvidar qué peque­


                  ña  fue  la  participación  de  este  idealismo  en  la  aparición  del  libe­



                  ralismo económico,  basta  no perder de vista que  ía exigencia de la


                  libertad  de  oficio  se  dirigió  principalmente  contra  los  hábiles


                  maestros,  y  con  ello se descartó  la única ventaja que poseían  fren­


                  te a  los  meros  empresarios.  El  mismo Adam Smith  estaba todavía



                  lejos  de  hablar en  nombre de  motivos  tan  idealistas  cuando  justi­


                  ficaba  la  libre  competencia;  antes  bien,  veía  en  el  egoísmo  de  los


                  hombres y en la persecución de los intereses personales la mejor ga-






                           M  Cf.  Lewis  Mumford,  Tecbnics and Civilisation,  1934,  págs.  362-363.  (EdL  case.,
                             '
                 Técnica y civilización.)


                            67  Arnold  Toynbee,  Lectures  on  the  Industrial  Revolution  of the  JSth  Century  in  En-

                 gland\  1908,  pág.  64.






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