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Historia  social  de  la  literatura  y  el  arte







                        su  origen  y  sigue  su  propio  camino.  El  sentimentalismo,  que  era


                        originalmente  la expresión  de  la conciencia de clase  de la  burgue­



                        sía y  tenía su  explicación  en  la  repulsa de  la contención  aristocrá­


                        tica,  conduce a un culto de la sensibilidad y ia espontaneidad  cuya


                        conexión con  la constitución espiritual  antiaristocrática de  la  bur­



                        guesía  se  hace cada vez  más  desdibujada.  Originalmente  la gente


                        era  sentimental  y  exaltada  porque  la  aristocracia  era  reservada  y


                        contenida,  pero pronto  la  intimidad  y  la  expresividad  se  convier­


                        ten en criterios artísticos cuyo valor reconoce también  la aristocra­



                        cia. Se buscan los estremecimientos espirituales, y gradualmente se


                        llega a un verdadero virtuosismo del sentimiento, se disuelve todo


                        en la compasión, y, finalmente,  no se persigue en el arte otro obje­



                        tivo que excitar los afectos y despertar las simpatías.  El sentimien­


                        to  se  convierte  en  el  vehículo  más  seguro  entre  el  artista y  el  pú­


                        blico  y  en  el  medio  de  interpretación  de  la  realidad  con  mayor


                        capacidad  expresiva;  negarse a  la expresión  del  sentimiento  signi­



                       fica ahora renunciar  sin  más  a  la eficacia artística,  y  ser  insensible


                       quiere decir ser obtuso.


                                  También el  rigorismo moral de la burguesía es, como su indi­



                       vidualismo  y  su  emocionalismo,  un  arma  dirigida  contra  el  con­


                       cepto  de  la  vida  de  los  círculos  cortesanos.  No  es  tanto  la  conti­


                        nuación de las viejas virtudes burguesas de la sencillez, ia honradez

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                       y la piedad, como la protesta contra la frivolidad y la prodigalidad



                       de  un  estrato social  cuya  ligereza  tienen  que pagar  otros.  La  bur­


                       guesía esgrime su gazmoñería,  principalmente en Alemania, sobre


                       todo contra  la  inmoralidad  de  los  príncipes,  a los que sólo de este



                       modo indirecto se atreve a atacar.  Pero también  es completamente


                       innecesario hablar explícitamente de su corrupción; basta alabar las


                       costumbres de la burguesía y todo el mundo sabe lo que esto quie­


                       re decir f’8. Se consigue nuevamente lo que en el siglo XVIII se re­



                       pite con  regularidad:  la aristocracia acepta los  puntos  de vista y  la


                       escala de valores de  la burguesía;  la virtud  se pone de moda en  las


                       clases superiores lo mismo que se ha puesto de moda el sentimen­



                       talismo.  Con excepción  de algunos  especialistas  del  género obsce-




                                    Leo  Ba!et-E.  Gerhard,  D ie Verbürgerhchung der deutscben Kunst\  Literatur und Mu-

                      sik m   IS.Jahrh.,           1936,      págs.    116-117,





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