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Naturalismo e impresionismo
yoría abrumadora de los preguntados, y entre ellos casi todos los an
tiguos discípulos de Zola a la cabeza, desahuciaron al enfermo. Sólo
el leal Paul Alexis se apresuró a telegrafiar: «Naturaiisme pas mort.
Lettre suit», como si quisiera impedir la difusión de un infundio pe
ligroso. Pero su prisa no sirvió de nada. El infundio se extendió y el
naturalismo fue negado incluso por aquellos que tenían que agrade
cerle toda su existencia artística. Pero de éstos formaban parte real
mente la mayoría de los escritores de la época. Pues ¿qué era la li
teratura importante hasta finales de siglo aproximadamente, y qué
es en parte hoy todavía sino literatura naturalista, destructora de
formas, procedente de la expansión de los contenidos experiencia-
les? ¿Qué era sobre todo la «novela psicológica» de Bourget, Barres,
Huysmans e incluso Proust, sino fruto naturalista, observación in
teresada en el document humain? ¿Y qué es en último análisis toda la
novela moderna sino la descripción exacta, minuciosa y cada vez
más precisa de la realidad espiritual concreta? Determinados rasgos
antinaturalistas, como es claro, van unidos con el impresionismo en
la literatura tan inseparablemente como en la pintura, pero incluso
éstos crecen en el terreno del naturalismo. La violencia de la reac
ción en el público parece a primera vista inexplicable. Los argu
mentos contra el naturalismo no eran nuevos ni mucho menos; lo
extraño era simplemente que se volvían contra él con tal acritud en
un momento en que el naturalismo parecía haber sido ya vencido.
¿Qué era lo que no se le podía perdonar al naturalismo o se preten
día no poder perdonarle? Se afirmaba que el naturalismo era un arte
indelicado, indecente, obsceno, expresión de un concepto del mun
do simple, materialista, instrumento de una propaganda democrá
tica grosera y bastamente presentada, una colección de aburridas,
intrascendentes y licenciosas trivialidades, una representación de la
realidad que describía en el hombre solamente al animal salvaje,
carnicero e indisciplinado, y en la sociedad sólo la obra del extermi
nio, la disolución de las relaciones humanas, la destrucción de la fa
milia, de la nación y de la religión; que era, en una palabra, des
tructor, opuesto a la naturaleza y hostil a la vida. La generación de
1850 defendió contra el naturalismo sólo los intereses de las clases
superiores, mientras que la de 1885 defendió contra él a la huma
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