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Historia social de la literatura y  el  arre







               sólo  para  los  artistas!»  El  hecho  de  que se  sintiera provocado  a  ex­



               presar  semejante  advertencia  demuestra  de  todas  maneras  que  el


               peligro del esteticismo existió ya para el siglo XVIII; en el siglo XVII


               a nadie se le hubiera ocurrido pensar en semejante cosa.  Para el siglo



               XIX, el temor de D’Alembert ha cesado nuevamente de significar un


               peligro.  Los Goncourt califican sus palabras como la mayor tontería


               que  se  puede  pensar2I6,  y  de  nada  están  tan  profundamente  con­


               vencidos como de que la premisa de la adecuada comprensión del arte



               es una vida consagrada al arte, o sea al ejercicio práctico de él.


                          La  concepción  estética  del  mundo  propia  del  impresionismo


               señala el comienzo de un completo cultivo interno del arte. Los ar­



               tistas  crean  sus  obras  para  artistas,  y el  arte,  o sea la vivencia for­


               mal  del  mundo  sub  specie  artis,  se  convierte  en  objeto  propio  del


               arte.  La  naturaleza grosera,  informe  y  no contaminada por  la  cul­


               tura pierde su atractivo estético, y el ideal de naturalidad es despla­



               zado  por un  ideal  de artificiosidad.  La ciudad,  la cultura  ciudada­


               na,  las  diversiones  ciudadanas,  la vie factice y  los paradis artificiéis


               parecen  no sólo  incomparablemente  más  atractivos,  sino  también



               mucho más espirituales y llenos de alma que los llamados encantos


               de  la naturaleza.  La naturaleza es en sí fea,  vulgar,  informe,  y sólo


               por el arte se vuelve agradable.  Baudelaire odia el campo, los Gon­


               court descubren  en  la naturaleza una enemiga, y los estetas poste­



               riores, principalmente W histler y Wilde, hablan de ella en un tono


               de  ironía  despectiva.  Es  el  fin  de  la  pastoral,  del  entusiasmo  ro­


               mántico por la naturaleza y la fe en la identidad entre naturaleza y



               razón. La reacción contra Rousseau y contra el  culto del estado na­


               tural  que  proviene  de  él  encuentra  aquí  su  conclusión  definitiva.


               Todo  lo simple y claro,  todo  lo  instintivo  y  no  refinado pierde  su


               valor; se resalta la conciencia, el  intelectualismo y la innaturalidad



               de  la  cultura.  Se  descubren  la visión  de  la cultura  y  las  funciones


               intelectuales  en  el  proceso  de  la  creación  artística.  La  fantasía  del


               artista  produce  constantemente  cosas  buenas,  medianas  y  malas



               -dice Nietzsche217- , pero el primero en rechazar,  seleccionar y or-





                         2,6  E. y J.  de Goncourt, Idees et sensations,  1866.

                         217  Nietzsche, Menscbüches,  Allzumenschliches,  pág.  155.  (Ed.  case., Humano,  dema­

               siado humano.)





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