Page 438 - Hauser
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Naturalismo e impresionismo
ta sino la presencia corporal de Véra. Pero ella está en lo espiritual
tan íntegramente presente, y la irradiación de su personalidad es tan
inmediata y tan poderosa, que su vida ficticia posee realidad
mucho más profunda, verdadera y auténtica que su muerte efecti
va. Ella muere solamente cuando al noctámbulo se le escapan una
vez estas palabras: «Ya recuerdo... ¡Sí, estás muerta!» A ningún
lector inteligente se le escapará la analogía entre esta terca negati
va a aceptar la realidad como válida y la negación cristiana del
mundo, pero ninguno desconocerá la diferencia entre la impasi
bilidad de una idea obsesiva y la serena firmeza de una fe religiosa.
No se puede imaginar nada menos cristiano ni más ajeno al espíri
tu de la Edad Media que el ennui, esta nueva forma impresionista
del dolor cósmico romántico. Se expresa en él un sentimiento de
existencia hastiada por la monotonía de la vida221; lo contrario, por
lo tanto, de la existencia insatisfecha, que, como se ha señalado, ha
bía sido sentida antiguamente por una época creyente en un orden
divino por encima de las contrariedades de la existencia 222. Enton
ces se sentía la versatilidad de la fortuna, la inestabilidad y velei
dad del destino como inquietante, se anhelaban el sosiego y la se
guridad, la monotonía y el aburrimiento de la paz; a los modernos
estetas, por el contrario, la existencia ordenada y segura de la vida
burguesa les parece lo más insoportable. La aspiración del impre
sionismo a mantener las horas variables, su entrega al estado de
ánimo del momento como valor vital más alto, irreductible e inde
finible por excelencia, su propósito de vivir el momento, de absor
berse en él, es nada más que la consecuencia de esta concepción no
burguesa del mundo, de esta rebelión contra la rutina y la discipli
na de la vida burguesa. También el impresionismo es un arte de
oposición, como toda tendencia artística progresista desde el Re
nacimiento, y la rebeldía latente que es propia de la actitud im
presionista ante la vida, sin que los impresionistas sean siempre
conscientes de ello, contribuye a explicar la repulsa del nuevo arte
por parte del público burgués.
En el decenio de 1880 se designa con predilección al hedonis
221 Émile Tardieu, L’ennui, 1903, págs. 81 sigs.
222 E. von Sydow, Die Kultur der Dekadenz, 1921, pág. 34.
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