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Naturalismo e  impresionismo







                     ta sino la presencia corporal de Véra.  Pero ella está en lo espiritual



                     tan íntegramente presente, y la irradiación de su personalidad es tan


                     inmediata  y  tan  poderosa,  que  su  vida  ficticia  posee  realidad


                     mucho más  profunda, verdadera y  auténtica que su  muerte  efecti­


                     va.  Ella muere solamente  cuando al  noctámbulo  se  le escapan  una



                     vez  estas  palabras:  «Ya  recuerdo...  ¡Sí,  estás  muerta!»  A  ningún


                     lector  inteligente se  le escapará  la analogía entre esta terca negati­


                     va  a  aceptar  la  realidad  como  válida  y  la  negación  cristiana  del



                     mundo,  pero  ninguno  desconocerá  la  diferencia  entre  la  impasi­


                     bilidad de una idea obsesiva y la serena firmeza de una fe religiosa.


                     No se puede imaginar nada menos cristiano ni  más ajeno al espíri­


                     tu  de  la Edad  Media  que  el  ennui,  esta  nueva  forma  impresionista



                     del  dolor  cósmico  romántico.  Se  expresa  en  él  un  sentimiento  de


                     existencia hastiada por la monotonía de la vida221; lo contrario, por


                     lo tanto, de la existencia insatisfecha, que, como se ha señalado, ha­



                      bía sido sentida antiguamente por una época creyente en un orden


                     divino por encima de las contrariedades de la existencia 222.  Enton­


                     ces  se  sentía  la versatilidad  de  la fortuna,  la inestabilidad  y  velei­


                     dad  del destino como  inquietante,  se anhelaban  el  sosiego y  la se­



                     guridad,  la monotonía y el aburrimiento de  la paz; a los modernos


                     estetas, por el contrario,  la existencia ordenada y  segura de  la vida


                      burguesa  les parece  lo  más  insoportable.  La aspiración  del  impre­



                     sionismo  a  mantener  las  horas  variables,  su  entrega  al  estado  de


                     ánimo del momento como valor vital más alto, irreductible e inde­


                     finible por excelencia, su propósito de vivir el momento, de absor­


                      berse en él, es  nada más que la consecuencia de esta concepción no



                      burguesa del mundo, de esta rebelión contra la rutina y la discipli­


                      na  de  la  vida  burguesa.  También  el  impresionismo  es  un  arte  de


                     oposición,  como  toda  tendencia  artística progresista  desde  el  Re­



                      nacimiento,  y  la  rebeldía  latente  que  es  propia  de  la  actitud  im­


                     presionista  ante  la  vida,  sin  que  los  impresionistas  sean  siempre


                      conscientes de ello,  contribuye a explicar la repulsa del  nuevo arte


                     por parte del público burgués.



                                En el decenio de  1880 se designa con predilección al hedonis­




                                221  Émile Tardieu, L’ennui,  1903, págs.  81  sigs.

                                222  E.  von Sydow, Die Kultur der Dekadenz,  1921, pág.  34.






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