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                                                                Naturalismo e  impresionismo







                       cutidos,  las  experiencias  descritas,  se  sucedieran  sin  fin  como si  la


                       representación  no hubiera de acabar nunca.  Reprochaban al drama



                       naturalista  «no  haber  surgido  de  una  consideración  del  destino,


                       personaje y  acción,  sino de una  reproducción detallada de  la  reali­


                       dad» 257, pero realmente lo ocurrido no es otra cosa sino que la mis­



                       ma  realidad,  con  sus  limitaciones  concretas,  ha sido  sentida como


                       destino,  y que  por  «personaje»  ya  no se  entiende  una  figura escé­


                        nica inequívoca y,  en el viejo sentido de  ia palabra,  «sin carácter»,


                       que era, como explicaba Strindberg en su prólogo a La señorita J u ­



                       lia  en  1888,  producto  de  las  circunstancias,  la  herencia,  el  am­


                       biente,  la  educación,  la  disposición  natural,  las  influencias  del  lu­


                       gar,  la  estación  y  la  casualidad,  y  cuyas  decisiones  no  tenían  un



                       motivo único,  sino toda una serie de motivos.


                                  En la preponderancia en el drama de la interioridad, el estado


                       de ánimo, la atmósfera y el  lirismo sobre ia acción, encontramos la


                       misma eliminación de los  elementos de  narración que en la pintu­



                        ra impresionista.  Todo el  arte de  la época muestra una tendencia a


                        la psicología y al  lirismo, y  la huida de  la  narración,  la sustitución


                       del movimiento externo por otro interno, de la acción por una con­



                       cepción  del  mundo y  una  interpretación  de  la vida,  puede  ser  de­


                        signada precisamente como rasgo fundamental de la nueva tenden­


                       cia artística que se  impone por  todas  partes.  Pero mientras que  la


                       pintura anecdótica apenas  encontró defensores  entre los críticos de



                       arte,  los  críticos  dramáticos  protestaron  del  modo  más  enfático


                        contra  el  olvido  de  la  acción  en  el  drama,  Hablaban,  principal­


                        mente en  Alemania,  de  una separación  fatal  del drama y  el  teatro,



                       del  papel  decisivo de  las  conveniencias de  la escena  para  la  expe­


                        riencia teatral, del carácter multitudinario de esta experiencia y del


                       absurdo  fundamental  del  teatro  íntimo.  Los  motivos  de  la  oposi­


                        ción contra  el  teatro  naturalista eran de muchas  clases;  la tenden­



                        cia política reaccionaria  no  siempre  desempeñó  el papel principal,


                        y  con  frecuencia  se  expresó  sólo  con  rodeos;  más  decisivos  fueron


                        los coqueteos con la idea del  «teatro monumental» que, otra vez en



                        Alemania sobre todo, se esgrimieron contra el teatro íntimo, el tea­







                                  257  Paul  Ernst, Ein Credo,  1912, pág.  227.





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