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Naturalismo e impresionismo
es cuestionable el supuesto de toda la argumentación, es decir la
hipótesis de que la falta de libertad social y el relativismo moral
excluyen de antemano la tragedia. No está establecido ni mucho
menos que solamente los hombres completamente libres y social
mente independientes, algo así como reyes y generales, sean los
héroes apropiados para la tragedia. ¿No es trágico el destino de
Meister Antón de Hebbel, de Gregers Werle de Ibsen y de Fuhr-
mann Henschel de Hauptmann? Y ello aun cuando se admita que
trágico y triste no son la misma cosa. Por lo menos, sería «antide
mocrático» afirmar con Schiiler que no puede haber nada trágico
en el robo de cucharas de plata. El que una situación sea trágica o
no, depende simplemente de la fuerza y necesidad con que surgen
en el alma de un hombre los distintos e irreconciliables principios
morales. Para que surja el efecto trágico ni siquiera es necesaria
mente exigible que un publico que cree en valores absolutos los
vea cuestionados, por no hablar de un público que haya perdido la
fe en tales valores.
La figura central en la historia del drama moderno es Ibsen, y
no sólo porque es el mayor ingenio dramático del siglo, sino tam
bién porque da a los problemas de la concepción del mundo, pro
pios de su tiempo, la más fuerte expresión dramática. Su liquidación
del esteticismo, el problema crucial de su generación, señala el prin
cipio y el fin de su desarrollo artístico. Ibsen escribe ya en 1865 a
Bjornson: «Si tuviera que decir en este momento en qué consiste el
fruto principal de mi viaje, diría que consiste en que he arrojado de
m í el esteticismo, que tenía sobre m í tanto poder: esto es, un este
ticismo aislado y con la exigencia de tener un valor por sí mismo.
Un esteticismo en este sentido me parece ahora un azote tan gran
de para la poesía como la teología lo es para la religión» 259. Según
todas las apariencias, Ibsen consiguió vencer este problema bajo la
influencia de Kierkegaard, que había desempeñado un papel muy
importante en su desarrollo, aunque, como Ibsen mismo afirmaba,
no había comprendido mucho de las enseñanzas del filósofo260
259 Ibsen, Sátntl. Werke, X, 1904, pág. 40. Carca de 12 sepe. 1865.
260 Halvdan Koht, The Life of Ibsen, 1931, pág. 63.
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