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Historia social de la literatura y el arte
Kierkegaard, con su categoría «Esto o aquello», dio sin duda
el impulso decisivo al desarrollo del rigorismo moral de Ibsen261.
La pasión ética de Ibsen, la conciencia de tener que elegir y deci
dirse por sí, su concepto de la creación artística como un «celebrar
un juicio sobre sí mismo», todo esto tiene sus raíces en el pensa
miento de Kierkegaard. Se ha señalado con frecuencia que el «Todo
o nada» de Brand corresponde al «Esto o aquello» de Kierkegaard,
pero Ibsen debe mucho más que esto a la intransigencia de su
maestro, pues le debe todo su concepto de la actitud ética, concep
to antirromántico y libre de todo esteticismo.
La miopía del romanticismo consiste sobre todo en que veía
todo lo intelectual con las categorías de lo estético, y en que a sus
ojos todos los valores tenían un carácter más o menos genial. Kier
kegaard fue el primero que afirmó frente al romanticismo que la
experiencia religiosa y ética no tiene nada que ver con la belleza ni
la genialidad, y que un héroe religioso es algo completamente dis
tinto de un genio. Fuera de él no hubo nadie en el Occidente pos-
romántico que hubiera comprendido las limitaciones de lo estéti
co ni hubiera sido capaz de ejercer influencias sobre Ibsen en este
sentido. Hasta qué punto fue Ibsen influido de otra manera por
Kierkegaard en su crítica del romanticismo, es difícil de decir. El
irrealismo del romanticismo representaba un problema general de
la época, y seguramente no necesitaba estímulos especiales para en
frentarse con él. Todo el naturalismo francés giraba en torno al con
flicto entre ideal y realidad, poesía y verdad, verso y prosa, y todos
los pensadores importantes del siglo reconocían en la falta de sen
tido para la realidad el azote de la cultura moderna. En este aspec
to, Ibsen simplemente continuó la lucha de sus predecesores y se
situó al final de una larga serie en la que estaban unidos los adver
sarios del romanticismo. La lucha mortal que sostuvo contra el ene
migo consistió en el deveíamiento de la tragicomedia del idealis
mo romántico. En verdad que esto no era nada nuevo desde la
aparición de Don Quijoze, pero Cervantes trataba todavía a su héroe
con simpatía y tolerancia, mientras que Ibsen destruye moraimen-
261 M. C. Bracíbrook, Ibsen, 1946, págs. 34 sig.
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