Page 50 - Los caminos de Virginia
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afirma “es asombroso vernos no sólo alimentándonos de toda criatura sino cabalgando los

                  potros más recios” (1994, 44), no por esto deja de ser inválido su razonamiento. De hecho,

                  una canción de los indios navajos (“La canción del caballo del dios de la guerra”) parece

                  sugerir una unión, un vínculo muy estrecho entre el jinete y su caballo más que un gobierno

                  de uno sobre lo otro.


                  Soy el hijo de la Mujer Turquesa.

                   En la cumbre de la Montaña Escalonada
                   hay hermosos caballos, delgados como las comadrejas.

                   Mi caballo tiene pezuñas como ágata listada;
                   sus cernejas son como suaves plumas de águila;

                   sus patas son como el rápido relámpago.
                  El cuerpo de un caballo es como un dardo con plumas de águila;

                   mi caballo tiene una cola como una nube negra.

                   Cargo mi caballo con flexibles mercancías;
                  el Ligero Viento Sagrado sopla entre sus crines.

                   Su crin está hecha de cortos arcos iris.
                   Las orejas de mi caballo están hechas de mazorcas de maíz.

                  Los ojos de mi caballo están hechos de grandes estrellas...
                   La cabeza de mi caballo está hecha de aguas mezcladas

                  (de aguas sagradas; nunca sufre de sed).
                  Los dientes de mi caballo son hechos de blancas conchas.

                  El largo arco iris es una brida puesta en su boca, y yo la gobierno.
                   Cuando mi caballo relincha, caballos de diferentes colores le siguen.

                    Por mi caballo yo soy rico.
                   Delante de mí hay calma, detrás de mí hay calma, debajo de mí hay calma, alrededor de mí hay calma.

                   Hay voces tranquilas cuando él relincha.
                  Yo soy Eterno y Tranquilo, y defiendo a mi caballo.

                  (citado por Bartra, 386-387)







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