Page 66 - Los caminos de Virginia
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rosados de mi adolescencia” refiriéndose a los años sesenta. Es un hombre que ha crecido

                  escuchando a sus nuevos ídolos, The Beatles: “Yo quería morir y ser música. Yo quería ser

                  ellos”. La  entrega a  estas divinidades artificiales es manifestada en  forma de

                  arrepentimiento: “había entregado mi vida a unos seres de papel y de lumbre” (2010, 299),

                  “Había dado mi corazón a alguien que no podía saberlo/ Hablaba de amor a un fantasma, a

                  un cubo de cristal luminoso./ Ofrecí la combustión de mi carne a un hombre de fulgor y de

                  sueño; yo lo veía  en  el espejo  en mediasnoches solitarias”  (2010, 299).  Sin embargo,  el

                  Chapman de Ospina es consciente de la enorme presencia de la masa, la formación de una

                  religión nueva: “Millones de bocas repetían como hechizadas sus palabras” (2010, 299). La

                  entrega y la admiración a su ídolo es tal que afirma luego de su asesinato: “No sé si decidí

                  salvarlo de mi amor o  del universo” (2010, 300). Pero  esta  frase  significa más que una

                  simple entrega o idolatría, el asesino asume una responsabilidad que al parecer es de todos,

                  el asesinato de  Lennon es utilizado como un símbolo. El “amor” desmesurado, la

                  deificación que el hombre le atribuye a un hombre o a  un grupo  de hombres termina

                  “asesinando” a esta persona o a este grupo de personas, porque le otorga un poder que se

                  torna autodestructivo. Piénsese como ejemplo entre muchos en Jimmi  Hendrix y Kurt

                  Cobain. Ernesto Cardenal en su poema  “Oración  a  Marilyn  Monroe”, logra develar la

                  responsabilidad del hombre en el suicidio de esta estrella: “Ella no hizo sino actuar bajo el


                  script que le dimos,/ el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo./ Perdónala,
                  Señor, y perdónanos  a nosotros/ por nuestra 20th  Century Fox/ por esa colosal


                  superproducción en la que todos hemos trabajado./ Ella tenía hambre de amor y le dimos

                  tranquilizantes” (66). El hecho de que el hombre deifique a otros hombres es una evidencia

                  no sólo de la muerte de Dios, sino de su inminente reemplazo y egolatría. Las muertes de

                  estos nuevos ídolos simbolizan, así mismo, el suicidio o el asesinato del hombre. Piénsese en

                  el caso de la escena de la Gaya Ciencia (1882) de Nietzsche en la que el loco anuncia la

                  muerte de Dios, cuando se pregunta por  el autor de  su asesinato y  la conclusión del




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