Page 71 - Los caminos de Virginia
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De forma que el mensaje que ha de ser develado no proviene del “más allá”, sino que el

                  mensaje cifrado es inmanente al mundo que rodea al poeta-profeta. El mundo que rodea a

                  Ospina es la ciudad, su poesía es extraída de ella. Baudelaire afirmaba que el objeto de Las

                  flores del mal era el de “extraer la belleza del mal” (179). “Nunca hubiera sospechado que

                  nuestra patria pudiera caminar a tal  velocidad  por la vía del progreso. Este mundo ha

                  adquirido tal espesor de vulgaridad, que imprime el desprecio por el hombre espiritual la

                  violencia de una pasión” (180). Según este apartado del discurso de Baudelaire, el poeta de

                  la ciudad no se siente cómodo con su entorno y lo rechaza.


                  El mismo Ospina recuerda tres afirmaciones  distintas sobre las modificaciones de la

                  literatura contemporánea en su  ensayo “El artista y los dioses”  (2008):  la primera es de


                  Chesterton, que  encuentra como  diferencia entre  la  edad antigua y la  moderna que la
                  primera lucha con dragones y la otra lucha con microbios, antes la inspiración era lo


                  fantástico, ahora la inspiración es lo real. La segunda afirmación es de Borges, quien afirmó

                  que en las literaturas antiguas el héroe era sensato y el mundo estaba loco, en tanto que en

                  la modernidad  el mundo es tediosamente normal, pero el héroe ha enloquecido. En la

                  tercera, Ospina rescata la afirmación de Estanislao Zuleta, quien dijo que el paso de la épica

                  a la lírica es el paso de “nosotros” al “yo” y que anteriormente los poetas estaban de acuerdo

                  con el mundo y hablaban en nombre de todos, ahora los poetas hablan de sí mismos y no

                  sólo están apartados del mundo sino a menudo enfrentados a él.


                  El personaje que contrasta con el héroe de la modernidad, el profeta, es el retratado en el

                  poema “El hombre que visita los anticuarios”. Este hombre se adentra en un anticuario o


                  tienda de antigüedades  y se queda contemplando los objetos que allí se encuentran. El

                  viajero ve en estas antigüedades sólo “cosas tristes,/ viejas, calladas, hechas por hombres


                  muertos,/ cosas hechas para hombres muertos” (2010, 295). Mientras tanto, afuera de la



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