Page 73 - Los caminos de Virginia
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O bien, caía en el olvido (rechazada tan pronto como era proferida) o bien, era descifrada

                  cómo una razón ingenua o astuta, una razón más razonable que la de la gente razonable (5).

                  El discurso del loco es la verdad enmascarada, como los discursos del Quijote. Es la ciencia

                  la que posteriormente calificará negativamente la locura como una enfermedad.


                  Umberto Eco ha hecho saber sus duras críticas y no sin agudeza frente a este sentimiento

                  del intelectual frente al mundo moderno:



                  […] Si la cultura es un hecho aristocrático, cultivo celoso, asiduo y solitario de una interioridad refinada que
                  se  opone  a  la  vulgaridad  de  la muchedumbre  (Heráclito: “¿Por  qué  queréis arrastrarme a  todas  partes oh

                  ignorantes? Yo no he escrito para vosotros, sino para quien puede comprenderme. Para mí, uno vale por cien
                  mil, y nada la multitud”), la mera idea de una cultura compartida por todos, producida de modo que se adapte

                  a todos, y elaborada a medida de todos, es un contrasentido monstruoso. La cultura de masas es la anticultura.
                  Y puesto que ésta nace en el momento en que la presencia de las masas en la vida social se convierte en el

                  fenómeno más  evidente de  un contexto  histórico, la “cultura de masas” no es  signo de una aberración
                  transitoria y limitada, sino que llega a constituir el signo de una caída irrecuperable, ante la cual el hombre de

                  cultura  (último superviviente  de la  prehistoria,  destinado  a la  extinción)  no  puede más que  expresarse  en
                  términos de Apocalipsis […]. (26-27)


                  El apocalíptico, afirma Eco, en el fondo,


                  “consuela al lector, porque lo deja entrever, sobre el trasfondo de la catástrofe, la existencia

                  de una comunidad  de ‘superhombres’ capaces de elevarse, aunque  sólo sea mediante el

                  rechazo, por encima de la banalidad media. Llevado al límite, la comunidad reducidísima –


                  y elegida-  del que escribe y del que lee, ‘nosotros dos,  tu y yo, los únicos que hemos
                  comprendido y que estamos a salvo: lo únicos que somos masa’” (29).



                  A esta objeción se puede responder haciendo  una referencia  al pensamiento  de Spinoza

                  expuesto a través de su crítica a la interpretación tradicional que se tenía de las Escrituras en

                  su época y que titularía como  Tratado teológico-político  (1670). En esta obra redefine  el

                  término “profecía”.  La profecía, como se ha dicho a través del poema “El profeta”, no



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